Realeza devaluada
Una de acción con mucha reiteración.
Qué debe tener un filme de aventuras? Ritmo, acción, crear simpatía con el o los protagonistas, algo de humor. Esos ganchos escasean en la traslación del popular videogame en El príncipe de Persia, donde hay acumulación de vuelos acrobáticos de parte de Jake Gyllenhaal, a quien si le sobra musculatura y carisma le faltó un buen dialoguista para ganarse al espectador.
Con un comienzo que parece más surgido de Aladdin, el filme animado de Disney -con Dastan niño saltando de aquí para allá tratando de esquivar que lo capturen los guardias-, la película guarda parecidos y diferencias respecto al original. Dastan es adoptado por el rey de Persia y, con el correr de los años y un par de tomas, ya está junto a sus dos hermanastros a punto de invadir Alamut. Les dicen que allí, en la ciudad sagrada, se fabrican armas que son utilizadas por los enemigos de Persia. En verdad, el hermano del rey (un Ben Kingsley de ojos pintados) trama que se roben una daga con arena que permite ir hacia atrás en el tiempo, y así resolver algunas cuestiones que lo preocupan. Como apoderarse del trono de su hermano.
A Dastan lo culpan de la muerte del Rey Sharaman y el muchachito debe empezar a escapar, junto con la princesa Tamina (la bella e inexpresiva Gemma Arterton, que de Quantum of Solace pasó por Furia de titanes y se rumorea esté en Transformers 3 en lugar de Megan Fox). Ella, además de ser aguerrida, sabe dos cosas: cómo utilizar la daga, y cómo no despeinarse ni que se le corra el maquillaje.
Las carencias del filme se notan desde el lado de la reiteración. Porque si la primera mitad del relato puede seguirse con mediana atención, cuando todo tiende a repetirse, no hay Gyllenhaal que alcance. Y el montaje totalmente enloquecido, no permite el disfrute de las escenas de acción, sino que se ve como muchas imágenes rápidas carentes de significación.
Entre los blockbusters que se estrenaron las últimas semanas, El Príncipe de Persia: las arenas del tiempo se asemeja más a Furia de titanes (por la mera acumulación de escenas de acción) que al más clásico Robin Hood de Ridley Scott. No llega al humor de Iron Man 2. Es un claro exponente del cine que el productor Jerry Bruckheimer viene cosechando últimamente. Como si los genes de Armageddon, Con Air, la saga La leyenda del tesoro perdido estuvieran latentes en cada fotograma. El director Mike Newell es un cocinero de restaurante internacional: filma lo que le den, de Cuatro bodas y un funeral a El amor en los tiempos del cólera. Alfred Molina interpreta a un jeque ladrón y parece el único que se entretiene con su diente de oro. Es poco para 116 minutos. No quedarse en los créditos: tampoco pasa nada.