El director francés Jean-Jacques Annaud (Siete años en el Tibet, El Nombre de la Rosa) regresó al cine con una propuesta clásica de aventuras que por estos días son especies en extinción.
Me refiero a esa clase de filmes donde tenés dos ejércitos que combaten entre sí y los guerreros no son creados por animación computada, sino que podés ver en acción a los extras de carne y hueso como antes.
Si sos amante del cine es absolutamente imposible sentarte a ver este film sin pensar en la legendaria obra de David Lean, Lawrence de Arabia, a la que el director nos recuerda con distintos elementos como la música, la fotografía y esos increíbles paisajes en el desierto.
No estoy diciendo con esto que la película esté al mismo nivel que ese gran clásico, pero si me parece obvio que Annaud intentó evocar ese tipo de relatos de aventuras.
Es interesante porque desde aquella producción de 1962 la verdad que no se hicieron grandes filmes memorables con esta clase de historias que los tiene a los sultanes como los heroicos protagonistas.
Una de las virtudes de esta producción es que conserva ese espíritu artesanal que tenía el viejo cine hollywoondense donde las secuencias de acción contaban con cierto realismo.
Annaud hizo un muy buen trabajo con la reconstrucción histórica y la manera en que trabaja el choque de culturas entre Oriente y Occidente que es uno de los principales motores del conflicto.
Lo mejor de este film y el motivo por el que en mi opinión vale la pena darle una oportunidad son los trabajos de Antonio Banderas y Mark Strong.
Banderas compone un villano inescrupuloso, que por momentos llega a ser algo grotesco, pero te saca una sonrisa por su falsedad y capacidad de manipulación. Algunas de las escenas más simpáticas de este film son protagonizadas por él. La verdad que no sé si me convenció del todo que era un jeque árabe, pero es muy divertido lo que hace.
Al menos logra capturar mejor tu atención que el verdadero protagonista de la historia, interpretado por Tahar Rahim, cuya ultra pasividad frente a los conflictos que enfrenta lo convierten en un héroe flojo y aburrido.
Por otra parte, tuvo que ser una producción francesa la que le permitiera a Mark Strong demostrar su talento como actor.
Últimamente en Hollywood lo encasillaron en el papel de villano y si revisás sus últimos trabajos vas a ver que viene interpretando personajes muy similares.
El Sultán Amar que encarna en El príncipe del desierto no sólo es el rol más humano de su filmografía reciente, sino que es un papel interesante porque le permitió desarrollar un trabajo más dramático
En esta película Strong está excelente y me atrevería a decir que es la figura más destacada del reparto.
En términos generales El Príncipe del desierto está bien hecha pero le juega en contra una narración algo lenta, que hace más larga a la trama de lo que debería, y un guión que nunca termina ser del todo emocionante para la clase de género que aborda.
El director Annaud no logró superar con esta producción su labor en la excelente Enemigo al acecho (Jude Law), pero dentro de todo ofreció un film decente de aventuras