Antes de que existiera Luc Besson, ese director francés que busca recrear Hollywood, existía -y sigue existiendo- Jean-Jacques Annaud, un artesano a veces cumplidor que también busca que cada una de sus películas sea un evento internacional. Es lo que sucede con esta abentura político-ideológico-romántica que mezcla el relato tradicional, el cuento en estado puro, con el peso contemporáneo de las guerras por el petróleo. El problema de Annaud es que no puede decidir si lo que pesa más es el espectáculo o la política, y en ese indecidido término medio todo queda en una serie de postales, alguna buena secuencia y poco más.