Salvaje y pasional.
Un film chileno fuerte e impactante, que combina una cruda realidad con un sentimiento muy personal que afecta a los seres humanos, en mayor o menor medida, de una manera cruel y poética a la vez. Se trata de la conocida soledad, a la que tan mala fama se le hace. Aquí se muestra de una manera muy original. Una historia basada en un libro que pasó desapercibido.
El príncipe (2019), desarrolla una historia que sucede en 1970, en San Bernardo Chile, justo antes que Allende asuma la presidencia. La película está basada en una novela de baja circulación escrita en la década de los 70 por Mario Cruz (un escritor underground), que llamó la atención del director Sebastián Muñoz, y ha pasado los últimos cinco años refinando la adaptación, junto con el coguionista Luis Barrales. El príncipe, es su ópera prima y un relato homoerótico que retrata esa era de la sociedad chilena a través de los ojos de un joven prisionero confundido llamado Jaime (Juan Carlos Maldonado), una historia de violencia, amor y sexo entre prisioneros y algo más.
La novela de Cruz es muy interesante, y es de destacar la manera que elige Muñoz a la hora del “cómo” contarla. Impacta desde el comienzo y es atrapante, brinda información de una manera particular que capta nuestra atención durante el desarrollo y realizando un análisis profundo del guión, resulta una buena lección para todo aquel guionista o con aspiraciones a serlo, el manejo de la intriga durante el proceso y el contenido de las escenas, luego secuencias, que dan forma a este contundente film. Pero no sólo se trata de un guión seguro e inteligente, sino de una dirección y fotografía cuidadas hasta el extremo, plano por plano, que consigue armonía y fluidez entre el qué y el cómo relatar que nombré antes. También se destaca la ambientación y la vestimenta de la época que consiguen una atmósfera especial. Si observamos en detalle, algunos planos, su disposición y colores -dignos de un talentoso pintor-, son cuadros que contrastan con lo que sucede en realidad y lo que siente el protagonista -una extrema soledad-, además de ubicar al espectador de manera constante en contexto. Empatizamos de inmediato con el protagonista y el antagonista. Las interpretaciones emocionan por su excelencia, notamos el enorme talento de Maldonado, ya que toma la casi imposible tarea de no perder protagonismo junto a un actor de trayectoria, como es Alfredo Castro, ambos de formación teatral que se entregan al %100. Esto debido, además, al cuidado por parte del director y equipo. Quizás un punto débil del film sea la sobreactuación de Gaston Pauls. Pasar por diferentes estadíos de fuertes emociones, este dramón que contiene furia, salvajismo y a su vez, enorme ternura con naturalidad, es asombroso, plausible y recomendable.
¿Será acaso que todo ser humano esconde una inherente soledad con la que debe lidiar durante toda su vida? y… ¿estará esta cuestión relacionada a la rigidez que ciertos políticos justifican necesaria para sostener una postura déspota, por cierto muy alejada del hombre en su estado más natural y sus debilidades? y por último… ¿tendrá esto que ver con el gobierno y cierta parte hipócrita de la sociedad chilena y del mundo capitalista?