Lo esencial, a la vista
The Little Prince (El Principito) es una película basada en la conocida obra de Antoine de Saint- Exupéry, el libro francés más leído y traducido de todos los tiempos, que logró imponerse en el imaginario colectivo como uno de esos libros que en algún momento de la vida hay que leer. En esta ocasión, el director de Kun Fu Panda y Bob Esponja, Mark Osborne, le da vida al misterioso personaje oriundo de un extraño planeta, quien a través de su inocencia y simpleza, logra hacernos pensar.
A diferencia de la novela, el film tiene como protagonista a una niña que lleva una vida organizada día a día por una madre, que está obsesionada con que ingrese a la prestigiosa Academia Werth y, con ese propósito, le ha diseñado una meticulosa planificación que su hija se limita a seguir al pie de la letra. A pocos días de mudarse a su nueva casa, la niña conoce a su excéntrico vecino, un aviador aventurero quien dice haber conocido alguna vez a El Principito, cuando su nave se estrelló en un planeta lejano, y se topó con él.
La historia de la niña –el mundo “real”- es presentada con la técnica de animación 3D, mientras que, todo lo que refiere al universo del principito fue realizado a través de stop motion -técnica que consiste en aparentar el movimiento de objetos estáticos por medio de una serie de imágenes fijas sucesivas- logrando, a través de este recurso, contar una historia dentro de otra. Cuando la película hace foco en la historia personal del principito, encarnado con la voz de Riley Osborne, un joven curioso e inquieto -fácilmente identificable con un chico que promedia los 25 años- que ha sucumbido en la rutina de su trabajo y se ha olvidado de soñar, es la niña quien tratará de despertar al soñador que alguna vez habitó en él, y eso dará lugar a una serie de aventuras que tendrán que superar juntos.
Osborne ofrece una propuesta visualmente atractiva, fresca y llevadera, construída con ingenuidad y sencillez, como la versión en la que está basada. El inocente personaje que habla con zorros, boas, y suele hacernos reflexionar con sutil sabiduría a través de sus atinadas preguntas, en esta oportunidad así como en el libro, también medita sobre las relaciones humanas, el amor, la amistad, la transición de la infancia a la adultez, al mismo tiempo que, deja entrever una suerte de critica a algunos vicios de la civilización moderna, como la ambición, la búsqueda de productividad constante y la acumulación capitalista.
Otro acierto del film es la banda sonora producida por Hans Zimmer (el responsable de la música de películas como The Dark Knight, Gladiator, Interestellar, y animadas como The Lion King, y Madagascar), entre otras, la cual sabe acompañar oportunamente la narración, creando una atmósfera de emoción y sorpresa, que le da fluidez al relato, al mismo tiempo que entretiene y, cuando lo se lo propone, logra hacernos conmover.
En definitiva, El principito supera el desafío de representar a una obra muy anclada en la cultura, otorgándole vida a un personaje entrañable de la literatura infantil -y adulta- de la mano de una renovada y moderna adaptación del clásico infantil francés, sin dejar de serle fiel en lo esencial, pero con impronta propia.
Por Daniela Ciccotta