El libro de Antoine de Saint-Éxupery ha sido varias veces llevado al cine, tanto con acción en vivo como en animación, aunque a pesar de la celebridad del material de base, pocas veces ha tenido éxito. Aquí hay un juego muy interesante entre un mundo donde una niña escucha la historia (que se va desarrollando poco a poco y se presenta con la técnica digital en 3D) y el cuento propiamente dicho, que se nos aparece con la tradicional -y bella- técnica de stop-motion. El problema de las adaptaciones de esta historia es que el cuento es una serie de viñetas, y no un verdadero relato. Lo que hace el realizador Mark Osborne es comprender esa verdad simple del libro y encontrar un equivalente cinematográfico. El juego es bello y convincente en general, y tiene un defecto que no es más que una rémora del libro: ser demasiado sentencioso. El Principito siempre fue una serie de apólogos morales hilvanados en forma poética para niños, con mucho peso en la moraleja. Y eso no desaparece en el film; pero a pesar del didactismo, conquista la mirada, lo que no es poco.