Más allá del horizonte
Los directores Carlos M. Jaureguialzo y Marcela Silva y Nasute abordan un período poco transitado por el cine nacional; la época en la que se forjó la independencia nacional. Con un tono naturalista, El prisionero irlandés (2015) narra una historia de amor durante aquel momento histórico crucial.
En el imaginario colectivo, las invasiones inglesas son una épica de oro. Es sabido: como pudieron (¡pero vaya que pudieron!), los criollos se sacaron de encima a los ingleses. Las ilustraciones escolares, los apuntes de las revistas Billiken o Anteojito, los discursos fervorosos de los maestros; postales de aquella etapa fundamental y fundacional. Carlos M. Jaureguialzo y Marcela Silva y Nasute (también guionista) posan su mirada sobre un prisionero que es llevado a San Luis, junto a tantos otros, y allí conoce a una viuda que, pese a las advertencias de su cuñado, decide permanecer en sus pagos.
Alexia Moyano y Tom Harris le dan vida a esos seres desamparados, que forjan una relación a pesar de los comentarios adversos y la hostilidad propia del lugar. Sus actuaciones están a tono con la propuesta, que sin aspirar a la radicalidad “experimental” de Jauja (2014), tampoco cede ante el melodrama lacrimógeno. Tal vez, en los momentos en los que la película irradia mayor algidez dramática, la música edulcora en demasía, y la trama se torna un tanto maniquea. Pero más allá de esas secuencias altisonantes, el relato transita una suerte de cuadro de observación, en donde hay un drama central, íntimo, sobre el que se amalgaman elementos históricos y sociales (el rol de la mujer, el rol del hombre, la disolución de las identidades).
Para los amantes del cine de género, la propuesta puede resultar una meseta en términos dramáticos, modelada sobre el dúo protagónico y su prolongada consumación del amor. No obstante, si los directores no se pronuncian a favor de una línea temática en particular, eligen en cambio el buen recorte de caracteres, la precisión a la hora de graficar el entorno desértico, más algunos apuntes históricos explícitos que en algunos casos resultan un tanto artificiales.
El prisionero irlandés es una película filmada sin demasiadas marcas de estilo pero con solvencia técnica, que cuenta además con un buen trabajo en la dirección de arte y auspicia la posibilidad para repensar la historia del país bajo la luz de ideas propias de nuestro tiempo, tales como el feminismo y los vínculos interculturales.