La reciente ganadora del FIDBA, "El proceso", de María Augusta Ramos, sigue con nervio y precisión el paso a paso de la puesta legislativa – judicial que terminó con la destitución de la presidenta brasileña Dilma Rouseff.
En 2016, una palabra resonó fuerte en la región, “Impeachment”. El 31 de agosto de ese año, Dilma Rouseff, hasta entonces, presidenta de Brasil, era destituida de su cargo a través de este procedimiento equivalente a nuestro Juicio Político, pero con mayor ribetes judiciales. Hace ya muchos años que, no sólo en Argentina, sino en toda Latinoamérica, se acuñó la palabra “Grieta”, para definir esa brecha “de opinión” que divide a dos sectores bien diferenciados de la sociedad.
En Brasil también existe la grieta, quizás aún más marcada que en Argentina, y este proceso dejó todo expuesto. De un lado o del otro, se la defendía, o se la condenaba públicamente.
Lo cierto es que, hay algo sobre lo que no quedaron demasiadas dudas. El impeachment estuvo cargado de una serie de sospechas e irregularidades, que dan a pensar que esto fue algo más. Es entonces, que la grita no es sólo sobre cuestiones de opinión, es una grita de clase y de posición, que, como todos sabemos, existe desde hace muchísimas décadas antes de que a algún marketinero formador de opinión se le ocurra otorgarle ese título.
Dilma Rouseff fue destituida, y asumió su vice Michel Temer, que ya para ese entonces era un ferviente opositor; e inmediatamente se dedicó a tirar por la borda las políticas sociales aplicadas durante los gobiernos de Rouseff y Da Silva. Otro que participó activamente en el impechment moviendo las aguas acusatorias fue Jair Bolsanaro, justamente el candidato a la presidencia por el Partido Social Liberal (conservadores/derecha) en las elecciones de este domingo próximo.
"El proceso" cae en una fecha que la vuelve necesaria para saber qué y cómo se juega. María Augusta Ramos, documentalista de larga trayectoria en el país vecino, con un estilo siempre cercano a las temáticas sociales de coyuntura de su país, retrata ni más ni menos que lo que expresa el título, el proceso; la rutina del impeachment.
n efecto, "El proceso" es un documental observacional, Ramos posa su cámara y actúa como un testigo o espectador más; pero como un testigo muy sagaz. Aquí lo que importa no son tanto las palabras, como las formas, los gestos, y los detalles. La propia Ramos fue descubriendo el tono a medida que iba filmando.
De un modo similar a lo que sucedió con la reciente "El camino de Santiago", "El proceso" es un documental de urgencia, que se fue rodando a medida que ocurrieron los hechos. En el caso del trabajo de Tristán Bauer fue a partir de las primeras comunicaciones de desaparición de un joven manifestante en el Sur, bastante antes de la trágica noticia de la aparición sin vida.
En "El proceso", será desde los primeros pasos de formación de este impeachment, sin saber cuál sería su resolución. El documental comienza en abril de 2016 con la primera reunión de la Cámara, en la que se decide apartar a Rouseff de su cargo hasta que se resuelva si seguirá o no en su cargo, y culmina en agosto, con la resolución final. A modo de crónica o diario, Ramos prescinde de entrevistas, voz en off, archivo(casi), o cualquier otro recurso que no sea el registro de lo que sucede ahí dentro. Apenas si se nos ubica en fecha mediante placas.
Esta metodología de ir rodando mientras sucede, sin saber cómo terminaría, hace que "El proceso" vaya cambiando su tono, que cada vez sea más premuroso. A su vez, Ramos actúa en consecuencia de lo que los medios (des)informan, queriendo contradecir con lo que ella ve; como si lo que filmase fuese visto en vivo y en directo por el público, como un grito desesperado sobre lo que vendría.
Despojado, el documental se centra en el juicio, y en lo que sucede detrás de la Cámara, en los pasillos, en las reuniones de un lado y del otro; de un modo que no pareciera tendencioso, aunque claramente hay una idea detrás. no sólo está bien que así sea, así debe ser, desmitificando las falsas objetividades.
A la defensa y a la parte acusatoria se los ve en la rutina, que no siempre tiene que ver con cuestiones litigiosas legislativas, también en los momentos de descanso; marcando quienes están más seguros de antemano del resultado. En los discursos, los alegatos, los gestos, y las palabras utilizadas, es donde Ramos va armando su propio discurso. Alcanza con ver a quienes se refiere e invoca cada uno.
La documentalista le contesta a quienes esparcían la información en ese momento, apenas utiliza algunos momentos del propio canal de TV del Senado, para exponer qué era lo que mostraba. Pero no funciona a modo de prueba y respuesta, no, ella se asegura de dejar en claro que en lo que muestra hay verdad, que sólo posó la cámara y dejó fluir.
"El proceso", en definitiva, es un documental riguroso, pero también fervoroso. Un retrato cabal de un hecho que marcó a fuego (¿el fin?) de un momento histórico en la región. Su peso no es sólo fílmico – que lo tiene y es enorme – también es el de un documento para la posteridad.