Los sueños que tenemos por la noche (o el día, en ciertos casos) son nuestro propio mundo ficcional. Allí, el subconsciente intenta aliviar los malestares y deseos más profundos de la mente, disfrazándolos de variadas representaciones. Sí una representación sale bien, ocurre el sueño, del que no despertamos sobresaltados y vagamente recordamos luego. Pero si el subconsciente no logra ser disfrazado y lo vemos en nuestra minimalista ficción propia, nos perturbamos por un segundo y nos despertamos asustados: la pesadilla.
Inés, la protagonista de ‘El prófugo’, convive únicamente con sus pesadillas. Érica Rivas le pone el cuerpo a esta actriz de doblaje y cantante, cuya vida es ligeramente incómoda. Hasta que un hecho traumático marca un hito en su cronología, momento en el que nada será igual y donde las pesadillas comienzan a ser todo menos ficticias.
Al hacer una cinta sobre lo onírico, hay una primera pregunta que plantearse ¿Qué tan insertos estarán los sueños en la realidad del universo creado? A lo largo de la historia cada director de este tipo de películas aplicó distintos grados de opacidad y transparencia. A veces, para el espectador es fácil discernir que es un sueño y que no lo es, pero es más común dejar al público con la duda. Si se va a tomar este último camino, deben trazarse ciertos momentos donde se sueña y donde se está despierto para establecer una trama. Natalia Meta, la directora de ‘El prófugo’, cumple con esta consigna al principio, pero luego vira hacia un camino propio y poco pavimentado por otros cineastas.
En este caso la originalidad de la historia radica en que lo onírico es tan real como Inés, o por lo menos así lo ve ella y así lo vemos nosotros. Se llega un punto en el que no dilucidamos si estamos en uno de los sueños de la protagonista o fuera de él. Intuimos que las visiones solo la atacan cuando está sola, pero eso no es garantía de nada en ‘El prófugo’. La asombrosa Cecilia Roth y el misterioso Nahuel Biscayart habitan los cuerpos ‘amigos’ de Inés, que oscilan entre lo normal y lo paranormal. Hablando de lo actoral, cabe destacar enormemente la química entre Érica Rivas y Daniel Hendler. Las conversaciones iniciales entre ambos dicen mucho sin explicitar, y marcan el tono que define al resto de la cinta.
Otro punto favorable en la película es que nunca pierde de vista su hilo conductor. Aunque parece que la trama se ramifica por todos lados y ninguno a la vez, siempre se mantiene firme en su guía principal: la voz. Desde el inicio se ubica como elemento crucial y definitorio de Inés, por su trabajo como actriz de doblaje y cantante. Luego se mantiene en detalles muy sutiles, como la pastilla que se toma para viajar en avión o su pesadilla en la que ahorcan a su pareja. El grito que suelta cuando ocurre la tragedia. La interferencia del micrófono cada vez que graba. En su totalidad, la cinta es un verdadero nudo en la garganta que se debate entre desatarse dolosamente o aceptar su enredada existencia.
‘El prófugo’ es el tipo de largometraje cuyo encanto radica en la subjetividad del espectador. Si lo buscado es un thriller con pistas concretas para llegar a un resultado firme e inequívoco, será mejor mirar hacia otro lado. Quizá eso sea lo único reprochable del film: los enlaces entre los hechos que ocurren son poco claros. Sin embargo, si se anhela ese terror psicológico que asume el mando cuando se está en la total oscuridad, perdido y sin la oportunidad de predecir un posible camino, Natalia Meta cumple con las expectativas.