«El Prófugo», el segundo largometraje de Natalia Meta («Muerte en Buenos Aires»), resultó ser una grata sorpresa dentro de la oferta que nos propone la cartelera cinematográfica argentina. No solo porque se nos cuenta una historia atractiva, original y con algunas problemáticas bastante interesantes, sino porque, además, se da todo en el marco del cine de género de manera eficaz, demostrando que muchas veces el terror es el mejor terreno para teorizar o incluso dialogar sobre ciertos tópicos.
Basada libremente en «El mal menor» de C. E. Feiling, el largometraje se centra en Inés (Erica Rivas), una doblajista que trabaja en películas que parecen pertenecer al exploitation y también participa como cantante en un coro. Tras un viaje bastante traumático junto a su pareja (Daniel Hendler), su mente parece comenzar a confundir y a mezclar la frontera de lo real con la del imaginario/onírico. Con algunas pesadillas y cierto «sonido» o «prófugo» que parece colarse en sus cuerdas vocales, Inés siente una sensación peligrosa que le dejan tanto sus vividos sueños como los seres (ya sean reales o imaginarios) que la rodean.
El film de Natalia Meta sobresale por componer un thriller psicológico potente, bien llevado y dirigido con pulso de relojería además de contar con una deslumbrante interpretación de Rivas en el rol principal. Una de las características más destacables y ricas del relato tienen que ver con ese tono único que logra la directora ya sea desde el gran trabajo de guion o mismo desde el montaje pasando por momentos que parecen de comedia costumbrista en el inicio del film a escenas de horror y extrañamiento que pueden emparentar a esta película con el cine de Peter Strickland («In Fabric», «Berberian Sound Studio») para poner un ejemplo. Incluso podríamos compararla con el cine de De Palma en ciertos aspectos o con la reciente «Censor» (2021), así como también con «Black Swan» (2010) de Darren Aronofsky, en ese juego dual entre los sueños/pesadillas y la vida real condicionando y poniendo en jaque la psicología de la protagonista.
Asimismo, otro de los grandes aciertos de «El Prófugo» tiene que ver con el trabajo de casting con el que contó la película, ya que, más allá de que sería difícil imaginar esta obra sin la presencia de Erica Rivas, también sería imposible concebirla sin la presencia enigmática y magnética de Nahuel Pérez Biscayart y sin los grandes aportes de Hendler, Mirta Busnelli, Cecilia Roth, Guillermo Arengo y Agustín Rittano, en roles pequeños pero trascendentales.
La puesta en escena deslumbra por su funcionalidad y solvencia, producto de una amalgama de aspectos técnicos logrados que van desde la dirección de fotografía de Barbara Álvarez que consigue generar esa atmósfera enrarecida que rodea a la protagonista, así como también un diseño de sonido muy logrado para acompañar dicho despliegue visual maravilloso.
«El prófugo» fue elegida para representar a la Argentina en los Premios Oscar, y más allá de si resulta preseleccionada o no, este hecho sirve para ratificar y reivindicar al cine de género que tantas veces es dejado de lado dentro de la cinematografía local. Un film que resulta audaz e inquietante que demuestra la consolidación de Natalia Meta como directora. Una de las cintas argentinas del año que no hay que dejar pasar.