El regreso de Liam Neeson al cine de acción
El film engloba un discurso cinematográfico anacrónico con una ideología de derecha que trasciende sus premisas.
En una de las primeras escenas de El protector (The Marksman, 2021) asistimos a descubrir el universo de Jim (Liam Neeson), un veterano marine, retirado, encargado de cuidar su hacienda en un territorio lindero a la frontera con México.
“El Protector”, personaje central del relato, es aquel que tras el fallecimiento de su mujer, por una larga enfermedad, el hombre pasa sus días entre alcohol, alimentar a su perro, y, controlar, y avisar, si alguien pasa por ese muro que el gobierno estadounidense ha colocado para evitar que la inmigración ilegal acontezca.
Tras denunciar por handy a unos mexicanos que pasaron por el lugar, el plano acompaña a este ciudadano ejemplar hacia su domicilio, en donde se encadena, a continuación, la imponente imagen de una bandera americana, que, sin flamear, pero presente, enarbola la idea de aquello que se espera de quien vive en ese territorio.
Luego, lo de siempre, más de lo mismo, un hombre ayudando, sin querer, a un niño que acaba de quedar huérfano, contraste entre ambos, una hija (Katheryn Winnick), preocupada por su padre, y la huida como impulso de la narración. Si en un punto, la reciente Logan (2017), nos parece similar, no es porque El protector quiera evadir esa equivalencia, al contrario, en la recurrencia de su narración, hay una idea de revistar aquellas propuestas en la que un hombre intenta salvar a alguien para, en un punto, salvarse él mismo.
Sin atractivos técnicos, una puesta simple y efectiva, su principal inconveniente radica en la creación de los roles. Los malos, son malísimos, Jim, en el medio, y un recorrido a través de rutas, que ofrecen un aspecto cuasi de road movie, pero que, principalmente, se debilita por la fuerte ideología de derecha que posee su guion.
Neeson está grande, su cuerpo y movimientos son diferentes a los que estamos acostumbrados, y así lo entienden los hacedores de esta propuesta, que además, en una escena, lo ponen a ver una película de Clint Easwood, tal vez espejando la aspiración de este actor irlandés de transformarse en él. Pero eso no sucede.
Robert Lorenz, se pone tras las cámaras de El protector, y curiosamente es quien ha producido a Eastwood en muchas de sus últimas películas, para generar su segundo largometraje, un film plagado de lugares comunes, obviedades y estereotipos, impensados para la época en la que vivimos, en donde las deconstrucciones y derrumbes de mensajes discriminadores, son parte de la realidad cinematográfica actual y este tipo de discursos debe ser obviado.