Juan da Montanha, como se lo conocía cuando ya era el chamán que gente de todas partes iba a buscar a São Thomé das Letras (Minas Gerais), el lugar donde se instaló a meditar y que eligió como parada final hace más de tres décadas. O Juan Uviedo, como figuraba cuando al frente del Taller de Investigación Teatral, agitaba el avispero artístico y social, aquí y en muchos otros lugares, con sus montajes en la calle. O Juan Carlos Uviedo, como se lo anotó en los registros de las cárceles y en los documentos (auténticos o falsos: tenía varios) que lo daban como nacido en Santa Fe en una fecha imprecisa alrededor de 1930. O simplemente Juan, como él prefiere presentarse en los primeros tramos de este documental, cuando acepta definirse como profesor de teatro, aunque también ha sido actor, dramaturgo, psiquiatra mecenas, educador, autor de innumerables acciones vinculadas con el trabajo social. Y también Yuyo, o Pulga o Piojo, algunos de los sobrenombres que recuerda.
El título es el que debía ser: Provocador, transgresor, iconoclasta (un tipo incómodo) lo fue siempre. Provocar era su objetivo. Lo hizo durante mucho tiempo con su TIT, que llevó por todas partes e integró con gente de todos los orígenes, inspirándose en Artaud y Grotowski, pero también en sus experiencias con Peter Brook o con La Mamma. Era un líder natural y carismático que tenía la cualidad de unir a la gente a su alrededor (inclusive llegó a serlo entre los presos) como lo había sido entre los grupos de jóvenes que con su guía encontraron en el teatro un cauce para su militancia y un arma para convocar a la resistencia y combatir la dictadura. No en espectáculos convencionales sino en arriesgadas intervenciones callejeras que muchas veces los llevaron a prisión, como el envenenamiento colectivo que fingieron en una plaza de San Pablo para llamar la atención sobre el estado en que vivían los argentinos bajo la dictadura, o el cortejo fúnebre con el que quisieron representar en plena Corrientes el sepelio de los desaparecidos.
Hay en el film rico material sobre este hombre que hizo voto de pobreza, destinó lo que ganaba con sus pacientes paulistas ("Les arreglo el computador", decía), a ONG y en especial a Viva criança, otro proyecto suyo dedicado a la enseñanza integral de los chicos. Hay mucho más sobre Uviedo y sus discípulos y está ilustrado con muy buen material -entrevistas con él, testimonios, viejos films-, si bien a veces se percibe algún bache y algún desorden. Pero basta la riqueza del personaje (fallecido en 2009) para justificar la visión del film.