La película del director de “Tangerine” se centra en una traviesa niña de seis años que vive con su aparentemente despreocupada madre en un motel cercano a Disney World en Florida, tratando de divertirse mientras el universo a su alrededor parece derrumbarse. Una pequeña gran película, vital, inteligente y muy humana.
Traducido el título así, PROYECTO FLORIDA suena como uno de esos thrillers sobre alguna conspiración de la CIA en la década del ’50, tipo “El Proyecto Manhattan” o algo similar. Nada más alejado de aquello que esta película del director de STARLET que transcurre en un motel que funciona, en cierto modo, como lo que aquí solemos conocer como “monoblocks” al modo de los del conurbano bonaerense (lo que en Estados Unidos se conoce como “projects”). La diferencia es que este está ubicado muy cerca de Disney World, a kilómetros de Orlando, Florida, y en realidad funciona tanto como hotel económico para turistas sin recursos de sobra que planean visitar los parques de diversiones como para personas y familias que viven allí por períodos de tiempo determinados ya que las reglas del lugar, supuestamente, no permiten huéspedes fijos. Una especie de humilde y abierta pensión al borde de la autopista y “a pasitos” del Magic Kingdom.
A su manera, el Magic Castle Inn (existe tal como se lo ve en el filme, búsquenlo online) es un parque de diversiones alternativo para Moonee, interpretada por ese sorprendente descubrimiento actoral/fuerza natural que es la pequeña Brooklynn Prince. Es una niña de precoces seis años, muy intensa, desprejuiciada y bromista que se pasa el verano allí con sus amigos, tratando de matar el tiempo y divirtiéndose de maneras que siempre la ponen en problemas, sea con los vecinos, con Bobby, el supervisor del lugar (Willem Dafoe) o, potencialmente, hasta con la policía. Es casi la representación viva de la clásica “niña traviesa”: pícara, hiperkinética y a la vez muy muy simpática.
A su manera, con sus amigos del lugar, arman su propio y caótico Disney haciendo travesuras de todo tipo. Y si bien la realidad es bastante más oscura y complicada, su madre –con quien vive en un cuarto– parece afrontarla de similar manera, sin hacerse demasiados problemas, disfrutando lo que tiene y defendiendo a su hija y amigos en cada problema que se meten. Pero Halley (Bria Vinaite) debe finalmente lidiar con cuestiones básicas como pagar por el lugar y tener dinero para comer, algo que no es demasiado sencillo para alguien que, bien por cuidar a la niña o bien por su espíritu rebelde, no logra sostener o conseguir trabajos estables.
EL PROYECTO FLORIDA sigue a Moonee en sus travesuras con sus amigos y en las más complicadas en las que la mete su madre para ganar algo de dinero, sea vendiendo perfumes truchos en hoteles caros, robando y revendiendo pases a Disney o, ante la falta de otras opciones, cuando no le queda otra que prostituirse con la niña rondando más cerca de lo aconsejable. Pero Baker está lejos de hacer de todo esto algo miserabilista ni su intención es ser sentencioso ni del todo políticamente correcto. El filme captura las vidas de la niña y de su madre durante buena parte del tiempo como si a fuerza de voluntad, energía y un grado importante de negación se pudiera construir un mundo maravilloso donde no existe. Una fantasía Disney del otro lado de la autopista.
Durante su primera mitad la película se estructura más que nada de manera anecdótica. Vemos a Moonie, junto a su mejor amigo Scooty y su nueva amiga Jancey, inventarse arriesgados entretenimientos en la zona. Cada vez que es descubierta o acusada, Bobby golpea la puerta de su madre para regañarlas, pero todo parece un juego menor que ninguno se toma demasiado en serio. Bobby quiere que su motel no sea un caos, pero en el fondo es un buen tipo que se encariña con ellas y mientras puede las protege.
Pero la situación se volverá más oscura para la madre en la segunda mitad del filme y ya no será tan sencillo para ella negarla ni para Bobby obviarla. Y solo la niña seguirá con lo suyo hasta último momento sin lograr entender del todo qué está sucediendo allí. Y Baker utiliza su punto de vista como organizador del relato. Si bien el espectador advierte pronto esos riesgos, asume que nada serio puede realmente pasarles. Pero sí. Puede.
Con la colaboración del director de fotografía mexicano Alexis Zabe –que filmó varias películas de Carlos Reygadas–, Baker utiliza los colores y las puestas de sol para mostrar esos escenarios de una manera que logra ser idílica sin dejar de ser realista, creíble. El lugar puede ser decadente y hasta sucio, sus alrededores llenos de matorrales y anodinas autopistas, pero para los niños que viven allí tiene algo de paradisíaco. Y esa misma es la apuesta del realizador: construir un escenario en el que se puede intentar ser feliz con poco y nada pero a la vez uno que no niegue las dificultades que esa vida conlleva.
Película sobre una relación madre/hija, sobre un grupo de sobrevivientes que prefiere verse y pensarse positivamente aunque el panorama en la realidad sea oscuro y sombrío, EL PROYECTO FLORIDA es un cuento de hadas para adultos, uno que refleja los mismos códigos de princesas, ogros, brujas y castillos de las películas que vende la empresa que tiene su propio palacio a unos kilómetros de distancia, pero en el que los finales felices se los tiene que inventar uno mismo para seguir viviendo.