Una reflexión sobre Europa y los otros
El director finlandés Aki Kaurismäki vuelve a los cines de Argentina con una historia situada en el puerto, con la mirada a lo que hay más allá del mar, a los que lo cruzan, a los rechazados en una Europa cíclica. El relato de Le Havre gira en torno a Marcel Marx (André Wilms), un escritor bohemio, que vive junto a su mujer en la ciudad portuaria que le da el título original al fim. Allí, este sexagenario con serios problemas económicos, adquiere el oficio de lustrabotas, por medio del cual conoce a un niño inmigrante (Blondin Miguel) que, por error del transporte en el que se escondió, terminó en esa pequeña ciudad finlandesa y no en la Londres anhelada.
Cada fotograma del film es de colección
Cada fotograma del film es de colección
El gran Kaurismäki, responsable de joyas del cine contemporáneo como El hombre sin pasado o Juha, nos presenta este largometraje sobre la tolerancia, el sentimiento hacia el otro, la bohemia, las relaciones de pareja, el poder policial, la inmigración y, principalmente, sobre el estado (y el Estado) de las cosas en la Europa actual. Nada menos.
El protagonista, que se cruza por casualidad a un niño inmigrante y lo ayuda a esquivar a la ley, transita un etapa de su vida con más baches y carencias que certezas y bases firmes. Un escritor en estado de retiro casi definitivo, con una mujer que lo espera pacientemente, con la comida lista, el corazón triste y una noticia oscura a punto de revelarse. Así, en una ruta de tránsito liviano pero impredecible es que el querible Marcel Marx que nos presenta Kaurismäki debe lidiar, además de consigo mismo, con la llegada de un nuevo ser a su vida de bohemia aletargada: un pequeño sin hogar ni "palenque ande ir a rascarse".
No por nada uno de los pasajes de la película transcurre en un bar de mala muerte, con música de fondo a cargo de Carlos Gardel y su incontrastable "Cuesta abajo".
La Europa expulsiva, caracterizada por personajes como Nicolás Sarkozy y Mariano Rajoy, o la cultura del ajuste perpetuo encarnada por Angela Merkel, está aquí retratada con colores y matices, principalmente en la excluyente presencia de su protagonista, pero también en la postal de esa ciudad portuaria que hace carne aquello de "pueblo chico infierno grande", en la orila de la ciudad, a un mar de distancia de cualquier otro lado.
El realizador finlandés, además de la forma en que cuenta la historia, además de la creación de personajes con una riquísima cosmogonía propia, llevó a cabo una composición de cuadro que logra transformar cada fotograma en parte de un álbum de imágenes individuales que a su vez parecen contar otras historias. Algo así como la concreción del concepto "magia del cine".