El puerto

Crítica de Fausto Nicolás Balbi - CineramaPlus+

LA HUMANIDAD

Sin perder belleza ni amabilidad el filme habla del flagelo de tener que migrar, abandonando el terruño y hasta la propia identidad en busca de un futuro.

El puerto (Le Havre, 2011), la nueva película de Aki Kaurismaki es, antes que nada, un cuento audiovisual sobre el amor a la vida y al prójimo, el altruismo, el poder del colectivo organizado y la esperanza.

Ambientada en Le Havre, una pequeña ciudad de Normandía que cuenta con el segundo puerto de Francia, el filme cuenta la historia de Marcel Marx, un personaje bohemio devenido en lustrabotas.

Una sutil mezcla de burocracia y azar harán que Marcel conozca a Idrissa, un niño africano que viajaba dentro de un contenedor rumbo a Londres pero quedó varado en la ciudad. El niño intentará escapar a la policía migratoria para llegar finalmente a la capital inglesa y en ese arduo transitar Marcel será su principal aliado.

Paralelamente Marcel y su esposa Arletty viven su propio drama, ella está enferma de gravedad pero esconde su verdadero estado de salud procurando un milagro para evitar que su marido se desmorone.

Sin perder su amabilidad ni su belleza El puerto habla, entre otros temas, del flagelo que representa tener que migrar, abandonar el terruño y hasta la propia identidad procurando un futuro mejor. Curiosamente el mejor ejemplo de esta tragedia no es Idrissa sino Chang, un asiático amigo del protagonista que después de años de lidiar con migración y mediante un oneroso pago debió renunciar a su propia identidad para pasar a “ser” la persona que dice su nuevo documento.

Kaurismaki tiene la inteligencia y la sensibilidad para vincular estas historias con las de migrantes que no tuvieron tanta suerte, como los compañeros de fuga de Idrissa que terminaron en un campo de refugiados.

Pese a que, como corresponde para un mejor fluir del relato existe un antagonista empeñado en denunciar al joven africano ante migraciones, los personajes más y mejor desarrollados por el realizador finés son esencialmente bondadosos. Incluso van más allá de sus posibilidades materiales en el empeño por que Idrissa pueda llegar a Londres y reencontrarse con su madre.

Le Havre es una de esas películas que no necesitan esconder las miserias del mundo para hacernos creer que ser generoso y altruista, hacer el bien sin mirar a quien, puede tener recompensas inesperadas que nos ayudan a creer que el mundo puede ser un lugar mejor… al fin y al cabo solo se trata de un cuento, y creer nunca está de más.