Una lágrima asomada yo no pude contener
Una excepcional película sobre la solidaridad, con un humor absurdo.
Las realizaciones de Aki Kaurismäki tienen como eje la esperanza o desesperanza, el amor, la humildad de sus protagonistas -que suelen ser personajes perdedores- y en su aspecto estilístico echa mano a un humor entre absurdo y tragicómico.
El protagonista de El puerto ( Le Havre ) es Marcel Marx, un escritor que colgó la lapicera y decidió ganarse la vida -lo mal que puede- como lustrabotas en el puerto de Normandía, al norte de Francia. De su etapa de bohemia parisina no le queda más que los encuentros en el bar del pueblo, al que su esposa Arletty le permite ir a tomar “un aperitivo” luego de que él, algunos dirán con docilidad, otros como gesto de amor, le deje sobre el mantel de la mesa los euros que ganó pasando pomada a los zapatos de los que llegan en el tren de la tardecita.
Si su vida resulta más o menos rutinaria -lo echan del frente de una zapatería cuando allí lleva su cajoncito, y se queja con el zapatero, al que trata de colega; suele tomar prestada una baguette en la panadería antes de ingresar a su casa- un hecho le dará un giro inesperado.
Lo atractivo de la propuesta del director finlandés es que si el filme siguiera con la vida de Marcel y los suyos sería igualmente entretenido. Pero Kaurismäki hace que el protagonista se cruce con un niño, que ha llegado encerrado en un container ilegalmente, por supuesto, desde Africa, con destino a Londres, adonde quiere reencontrarse con su madre.
Aquí, el director de la impar El hombre sin pasado mete las narices en un tema que hoy, en Europa, moviliza mucho. La inmigración ilegal, el racismo, enfrentados a la solidaridad.
Todo el estilo Kaurismäki se filtra en cada plano, cada escena, cada línea de diálogo. A él le gusta rodar en interiores, y la iluminación es siempre dirigida -esto es, se resalta un personaje o un objeto, más que el contexto en el que se encuentra-. El mobiliario y la manera de relacionarse de los personajes parece salidos de los años ‘60.
Y para hablar de los diálogos, uno ilumina el relato. Arletty, la esposa de Marcel, es internada. “¿No hay esperanza?”, le pregunta al médico. “Los milagros ocurren”, le responde, a lo que ella sin siquiera una mueca le espeta “No en mi vecindario”. Paso seguido, le pide que no le cuente la verdad de su enfermedad a su marido. “El es un gran chico”, le dice como toda explicación.
Kaurismäki siente devoción por sus personajes. El inspector Monet (Jean-Pierre Darroussin), que está detrás del pequeño Idrissa, podría paracer un despiadado, pero demuestra tener un corazón tan noble como la perra (¡Laika!) de Marcel.
El director elige incluir en la banda de sonido el tango Cuesta abajo , con la voz de Carlos Gardel, y a Pierre Etaix y Jean-Pierre Léaud en pequeños papeles. ¿Homenajes? Tal vez, en este filme sobre la identidad y la fidelidad a uno mismo.