EL VASO MEDIO LLENO
Simple y honesto
El puerto, como lo indica su titulo original, se refiere a la ciudad portuaria francesa Le Havre, devastada por la segunda guerra mundial y reconstruida en parte según el modelo vigente moderno de esa época, lo que ofrece una mirada algo distinta al típico imaginario que tenemos de Francia. Los films de Kaurismaki siempre tienen la mirada puesta en la esferas más pobres. En El puerto, el protagonista Marcel Marx es un lustrador de zapatos, un adorable personaje que genera empatía en el espectador desde el comienzo. Además esta mirada se cruza con el tema complicado de la migración; en este caso son africanos que llegan encerrados en un conteiner al puerto de Le Havre, donde lapolicía los encuentra y los lleva a centros para inmigrantes. Idrissa, uno de los niños refugiados, logra escapar y se encuentra con Marcel. Él lo cuida mientras su esposa Arletty (la protagonista de La vendedora de fósforos y actriz fetiche del director) está hospitalizada por una grave enfermedad.
Se nota que Kaurismaki protege a sus personajes y es generoso con ellos, dándoles la posibilidad de ser humanamente transparentes y nobles. Los demás personajes como la panadera, el verdulero y la dueña del bar son bondadosos y crean una burbuja contra un poder maligno intangible y fuera de campo. Ya sabemos que son pobres, humildes y trabajadores; pero en esta película el director no nos quiere mostrar el lado miserable sino captar otra emoción sin hacer de la pobreza algo pintoresco.
Un personaje trascendental en el film es el perro del lustrador. Muchas veces aparece en escena en primeros planos dedicados a él, que sin decir palabra aporta a la narración, siendo una especie de "vouyerista" de las situaciones, haciendo que el espectador sienta simpatía e identificación con él. Los detalles del film lo hacen bello y lleno de símbolos, ya sea en la vestimenta (el vestido amarillo del reencuentro, los tantos planos detalles de zapatos, el planchar de la esposa), presentados de una manera que parece una critica al capitalismo y el consumismo. O las flores (el florecer del cerezo, las flores en casa de la panadera y sobretodo las flores rojas y amarillas en hospital) que a lo largo del film se les dedica un plano detalle a cada una de ellas- es el símbolo del amor en la pelicula.
En cuanto a la fotografía es impecable, llena de color y texturas agradables a la vista, como la escena de Idrissa en casa de la panadera, con una decoración minimalista, en la que se encuentra sentado en el sillón sin hacer nada- parece un cuadro; o las escenas en el puerto, tomadas en plano general, en el cual se ve el panorama de Le Havre, donde el mar, el puerto, el detective, Marcel Marx e Idrissa generan contrastes de colores y movimientos suaves. Esta película está llena de imágenes que se quedan gravadas en la mente, gracias al juego de colores, encuadres muy bien pensados y sumado a la emoción de cada situación. Kaurismaki sabe manejar los tiempos, las miradas y las reflexiones sin generar aburrimiento: cada escena es delicada y sutil y los personajes son muy profundos, lo que permite deleitarnos con ellos: tienen un misterio que como espectador queremos descubrir. Se nota que hay una dirección clara hacia lo que se quiere decir y sabe los recursos para decirlo.
El film trabaja también el humor y el toque surrealista, a pesar del tema tan político como la migración en Europa. Tiene momentos magníficos, como cuando el lustrador, con su mejor traje, viaja para conocer al abuelo de Idrissa que se encuentra en un campo para inmigrantes. Para que lo dejen entrar, dice que es el hermano albino de la familia (siendo muy francés y muy blanco) y apela al derecho civil (puede acusar de racista al encargado) momento irónico que también es capturado continuamente en el personaje del policía, estilo film noir, casi caricaturesco, a veces con rasgos cómicos (como la escena del ananá en el bar).
También está la escena del músico y su novia cuando no puede cantar porque se peleó con ella, “el manager de su alma”. Gracias al lustrador se reconcilian y por varios segundos el director nos deja viendo como ellos se miran, en una especie de imagen congelada y actuada, que como espectador no estamos acostumbrados. Demarca la enunciación, generando esa risa desconcertante, pero que sin embargo por su simplicidad y honestidad no nos distancia de la historia. En estos momentos me acuerdo porque me gusta tanto Buenos Aires: una sala llenísima de un complejo comercial a las 6 de la tarde para ver a Kaurismaki, riéndose de su humor.
No se trata de contar una ficción solo para entretener un rato, ni apela al sensacionalismo del tema ni a las emociones. Kaurismaki está muy consciente del dispositivo cinematográfico, nos hace jugar, emocionar, reír y llorar honestamente. Es una película con final feliz, pero no ingenua.