TEMPERATURA CONTEMPORÁNEA La belleza de arriesgarse Cronenberg nos muestra, a través de sus películas, una visión actualizada de cada época desde una perspectiva fascinante pero durísima -en Videodrome (1983) con la aparición de los VHS, en eXistenZ (1999) con los videojuegos y ahora con Cosmópolis (2012) con la multiplicación de pantallas y nuevas tecnologías Situada en New York, Cosmópolis transcurre, en su mayoría, en espacios interiores, y sobre todo dentro de la tecnológica limusina de Eric Packer (Robert Pattinson) que recorre la ciudad mientras que sus especulaciones con las divisas lo van llevando a la quiebra. En su angustia, aumenta la obsesión por cortarse el pelo en la vieja peluquería familiar, que queda al otro lado de la ciudad. El recorrido –que dura un día- trata de un viaje cada vez más oscuro y laberíntico donde el espacio pareciera ir reflejando la alteración de la mente de Eric Packer. En los films antes nombrados (Videodrome, eXistenZ), se problematiza la evasión de la realidad a partir de diferentes fenómenos tecnológicos; el mundo normal es alterado por los nuevos objetos, generando un universo paralelo a la realidad. En cambio, en Cosmópolis ya no es necesario dividir estos espacios, ya que la realidad tecnológica, en si misma y actual, llega a tal punto que se hace imposible pensar en dos mundos por separado. Hay una frase en la película que es clave, cuando la "asesora de teoría" discute sobre el futuro, la inmediatez y la rapidez, y dice: “La palabra computadora suena rara y tonta”. En efecto ya son miles de pantallas multiplicadas que van absorbiéndose en nuestra cotidianidad. Esta sensación se da durante la película en gran parte gracias a la fotografía, por los tonos fríos que genera, ese color azulado que emiten los LED, la temperatura contemporánea de nuestra generación. "El ruido no me molesta, me da energía." Es difícil pensar Cosmópolis sin decir que se inaugura una nueva "etapa Cronenberg”, (teniendo en cuenta un segundo período iniciado con Una historia violenta y luego continuado con Promesas del este). Esta última película viene a ser la síntesis de su trayectoria: se nota una maduración y energía renovada. Si bien sigue explorando las mismas temáticas- sexo, violencia, tecnología- esta vez genera un universo más realista y menos mórbido al nivel de imagen. Se vuelven más sutiles y más profundas sus obsesiones, llevándolo a un análisis complejo y continuo a lo largo del film donde la abstracciones de los diálogos, sumado a una trama débil (una trama débil no tiene que ser necesariamente negativo) nos generan distintos niveles de análisis y percepciones. Por lo cual, a mi parecer, las criticas fueron tan extremas y de todo tipo de gustos. Eric, al igual que los protagonistas habituales de Cronenberg, es un hombre que tiene una relación insana de deseo- dolor con el objeto, en este caso el dinero. El fuera de campo cumple un rol fundamental, ya que complementa esta película sumamente dialogada cargando de tensión y de horror el exterior, entre ratas, huelgas, la muerte de un conocido cantante de rap, el peligro del presidente en la ciudad y un asesino que busca a Eric. Entre los diálogos sumamente informativos y el fuera de campo, nuestro asfixio aumenta al sentir que el afuera nos es velado por el encierro, por la ausencia casi total de encuadres amplios, los primeros planos constantes y la falta de pausa. Literalmente no nos dejan respirar. Es lo que Cronenberg busca hacernos sentir como experiencia, y sin lugar a dudas lo consigue. Cuesta identificarse con algún personaje o situación. Y una vez que le comenzamos a tomar simpatía a la frialdad de Pattinson, a adaptarnos a este mundo dentro de la limusina, este mata al guardaespaldas y tira la pistola justo donde unos niños de un barrio marginal juegan al básquet. Este es uno de los pocos planos filmados en un exterior. El personaje de Packer se nos muestra desde el comienzo vulnerable a pesar de su poder, porque este poder de la metrópolis es efímero, todo avanza tan rápido que no se puede tener un verdadero control de las situaciones. Pattinson se va despojando de todos sus objetos: la limusina se va destruyendo a medida que avanza la trama, la corbata, la muerte de su cantante favorito, el traje, el dinero, la novia (si, la novia también es un objeto en la película); todo esto genera un viaje al vacío, donde la única opción es la expiación. Dicho sea de paso, muy buena elección la de Pattinson, quien está abriendo sus horizontes a películas más arriesgadas y demuestra ser un buen actor. También la elección de los personajes secundarios es muy interesante, un placer ver en el cine a Juliette Binoche, Mathieu Amalric o Paul Giamatti. "La gente no morirá, será absorbida por corrientes de información." Hacia el final, ya no hay tantos primeros planos estáticos, y en cambio, se pasa a una cámara de seguimiento. Así nos identificamos y transitamos con el personaje por una especie de inconsciente, una vuelta a los orígenes, a lo primario, por unas escaleras viejas y abandonadas, sin pantallas alrededor. La reflexión final, sin embargo (y a pesar de estar muy bien actuada), peca de sobre explicada: no logra cumplir su cometido ya que se hace demasiado explícita y pierde la poesía y el misterio que se había generado a través de todo el film. De hecho, por momentos como espectadores se nos subestima, el film se torna reiterativo y se nos sobre explica algo que ya habíamos entendido a lo largo del desarrollo de la trama. Ese diálogo final se podría haber reducido para dejarle prioridad a las acciones, porque ahí es cuando nos emocionamos otra vez y la tensión vuelve; con el disparo, en las miradas, al ponerse el arma en la boca o cuando dialogan en una clásica metáfora cronenbergiana: "¿Te habla un hongo? Lo pregunto en serio." Igualmente, el final tiene un propósito que no carece de genialidad: en definitiva, no hay una “razón” para matarlo, todo se reduce a la simple banalidad para dejar una huella en este mundo y diferenciarse en la multitud (como el personaje de Amalric, quien se dedica a arrojar pasteles a los rostros de famosos). En la mayoría de las películas de Cronenberg, el tema del cuerpo es una constante. En este caso, hay un objeto metafórico clave en la próstata asimétrica de Packer, situación que será compartida, al final lo sabremos, con el personaje de Paul Giamatti: su relación con la vida, significando que nada es absoluto y regular (en su primer período lo más probable es que hubiésemos visto la próstata salir por algún lugar y con una textura mucosa, pero el realizador canadiense ha cambiado). Cronenberg, hace tiempo ya consagrado por su mirada particular, nos brinda en Cosmópolis una película elegante, de una frialdad abrumadora y de una intriga contemporánea, respetando sus obsesiones y arriesgándose como hizo en sus comienzos.
DE LA SERIE AL CINE Doble filo El problema de una película como Ted no es sólo que haya un director sin conciencia ética con un discurso siempre dudoso entre “humor” y racismo e intolerancia. En realidad el problema es como se subestima al público dándole como única oferta en los complejos cinematográficos este tipo de comedia, normalizando la basura industrial sin la posibilidad de una contraoferta y otro estilo de películas. Esta comedia, con ambiciones de parecer ácida y moderna, sólo reproduce la ideología más simplista norteamericana. Llegué al cine ya que tenía tres horas libres y estaba lejos de casa, muy cerca del shopping del Abasto. Pensé que sería divertido tomar la situación como un Oulipo o la teoría à la derive, (de los escritores D’ Abord o Pérec) recordando que hace más de dos años no iba al cine sin saber la cartelera ni los horarios....y esta podía ser una buena señal. Intenté relajarme, aceptarla sin prejuicios cuando ya se podía adivinar una introducción básica y poco prometedora. La película parte con una narración en voz en off y omnisciente tipo Walt Disney (pero mal hecha) y cuenta, en resumen, como este osito (Ted) llegó a manos de un niño y como se juraron amistad, intentando generar una ternura forzada y burda. La fotografía nota un buen presupuesto: grúas, eiluminación nocturna, y la animación del osito (lamentablemente desperdiciada). En esta introducción se podía intuir una mala actuación y personajes binarios. Me dije paciencia, quizá me sorprendo mas adelante y sea entretenido. Quiero decir, cada uno de estos elementos bien tratados puede generar algo bueno, pero acá solo había la repetición de una formula sin inspiración, simple y cliché. Mark Wahlberg y Ted, cuya voz es del mismísimo MacFarlane. A medida que avanzaba la película empeoró; en ello veo dos razones: por un lado la película en si misma, desde el guión hasta la copia final, por otro el tema ético. De la película en si podemos partir hablando de lo mas grave que es el tema del ritmo. No tiene continuidad, tenemos secuencias aisladas que no se unen con la siguiente, como si el director no hubiera podido ir mas allá del formato serie (creador de Family guy) acostumbrado a crear capítulos de 30 minutos y no de hora y media. Son pitchs separados, que son usados en el montaje solo como función narrativa, aunque no aporte ni diga nada a la película en general, sino solo tedio. Los actores dan vueltas alrededor de una escena sin contenido ni humor; una escena vacía, calculando segundos para tirar uno u otro diálogo pero todo superficialmente, sin compromiso, dejando extraños e inentendibles baches. En relación al humor tenemos un osito poco carismático que solo piensa en fumar marihuana y hablar de pedos; a la tercera vez que se repite es totalmente aburrido. Por momentos la película intenta parecer intelectual citando por ejemplo a Pink Floyd o criticando el arte moderno sin decir nada interesante o constructivo al respecto, más bien enmascarando el humor burdo al que se somete. La actuación al pensar el ritmo de una película, es pésima, ningún actor se cree que le habla a un osito, ninguno se cree la relación de pareja, es como si los actores -hablamos de actores porque hablar de personajes ya implica una idea de otro, de un nuevo ser encarnado en la cara de un actor- pensaran todo el tiempo qué están haciendo frente a una pantalla. Ted y sus mujeres. Todo esto podría aceptarse si no fuera porque hay un problema ético detrás, y para peor pareciera que nadie se diera cuenta (es cosa de oír las risas en la sala). Esta comedia tiene un doble filo, donde la segunda línea narrativa es muy compleja y demuestra una gran parte de las ideas intolerantes de la población norteamericana y su copia en el resto del mundo. Por mas que el director intenta ir contra la moral típica yankie (haciendo que Ted se drogue o teniendo sexo en el supermercado), repite un modelo estándar, haciendo un humor básico y sin ironía: el protagonista tiene una prueba en su vida que lo hace crecer emocionalmente para casarse por la iglesia, donde la novia lleva un vestido blanco y al final dicen “fueron felices para siempre”. Es una película que quiere hacer ver graciosa la cultura y la forma de ser de los pobres, de los chinos, de los judíos, siempre estando al limite de ser racista: un padre con un hijo obeso y un poco tonto que no tuvo la oportunidad de tener un “osito mágico” que no sabe como relacionarse con Ted, porque nunca le enseñaron. El padre pobre tambien le ofrece a Ted todo lo que tiene; unos ticket de comida de ferrocarril o vivir en su casa, y sin embargo Ted lo repele. También toma a los chinos en su chiste mas básico; en la fiesta en la casa de Ted rompen la pared del vecino, el chino aparece con un palo haciendo sonidos estilo pelea con ganas de pegarle al responsable, como un animalito brusco y básico. O cuando se ríe de los judíos con el tema del dinero. Todos estos discursos intolerantes y básicos se pueden escuchar cotidianamente en nuestra vida: con un vecino, con un encargado de edificio, con el kioskero, con algún profesor, con alguna vieja facha en la calle. Pero cuando uno va al cine espera ver algo diferente, con ideas nuevas, algo vitalizante. Si bien muchas películas logran reírse de algún tipo de cultura o sociedad, esta lo logra dudosamente, generando un humor disfrazado de básico pero consciente de la ideología transmitida (porque cada acto transmite ideología) o peor, no se da cuenta de su discurso. Una opción triste porque se invierte dinero y trabajo en obras que nos hacen retroceder como sociedad más que avanzar.
EL VASO MEDIO LLENO Simple y honesto El puerto, como lo indica su titulo original, se refiere a la ciudad portuaria francesa Le Havre, devastada por la segunda guerra mundial y reconstruida en parte según el modelo vigente moderno de esa época, lo que ofrece una mirada algo distinta al típico imaginario que tenemos de Francia. Los films de Kaurismaki siempre tienen la mirada puesta en la esferas más pobres. En El puerto, el protagonista Marcel Marx es un lustrador de zapatos, un adorable personaje que genera empatía en el espectador desde el comienzo. Además esta mirada se cruza con el tema complicado de la migración; en este caso son africanos que llegan encerrados en un conteiner al puerto de Le Havre, donde lapolicía los encuentra y los lleva a centros para inmigrantes. Idrissa, uno de los niños refugiados, logra escapar y se encuentra con Marcel. Él lo cuida mientras su esposa Arletty (la protagonista de La vendedora de fósforos y actriz fetiche del director) está hospitalizada por una grave enfermedad. Se nota que Kaurismaki protege a sus personajes y es generoso con ellos, dándoles la posibilidad de ser humanamente transparentes y nobles. Los demás personajes como la panadera, el verdulero y la dueña del bar son bondadosos y crean una burbuja contra un poder maligno intangible y fuera de campo. Ya sabemos que son pobres, humildes y trabajadores; pero en esta película el director no nos quiere mostrar el lado miserable sino captar otra emoción sin hacer de la pobreza algo pintoresco. Un personaje trascendental en el film es el perro del lustrador. Muchas veces aparece en escena en primeros planos dedicados a él, que sin decir palabra aporta a la narración, siendo una especie de "vouyerista" de las situaciones, haciendo que el espectador sienta simpatía e identificación con él. Los detalles del film lo hacen bello y lleno de símbolos, ya sea en la vestimenta (el vestido amarillo del reencuentro, los tantos planos detalles de zapatos, el planchar de la esposa), presentados de una manera que parece una critica al capitalismo y el consumismo. O las flores (el florecer del cerezo, las flores en casa de la panadera y sobretodo las flores rojas y amarillas en hospital) que a lo largo del film se les dedica un plano detalle a cada una de ellas- es el símbolo del amor en la pelicula. En cuanto a la fotografía es impecable, llena de color y texturas agradables a la vista, como la escena de Idrissa en casa de la panadera, con una decoración minimalista, en la que se encuentra sentado en el sillón sin hacer nada- parece un cuadro; o las escenas en el puerto, tomadas en plano general, en el cual se ve el panorama de Le Havre, donde el mar, el puerto, el detective, Marcel Marx e Idrissa generan contrastes de colores y movimientos suaves. Esta película está llena de imágenes que se quedan gravadas en la mente, gracias al juego de colores, encuadres muy bien pensados y sumado a la emoción de cada situación. Kaurismaki sabe manejar los tiempos, las miradas y las reflexiones sin generar aburrimiento: cada escena es delicada y sutil y los personajes son muy profundos, lo que permite deleitarnos con ellos: tienen un misterio que como espectador queremos descubrir. Se nota que hay una dirección clara hacia lo que se quiere decir y sabe los recursos para decirlo. El film trabaja también el humor y el toque surrealista, a pesar del tema tan político como la migración en Europa. Tiene momentos magníficos, como cuando el lustrador, con su mejor traje, viaja para conocer al abuelo de Idrissa que se encuentra en un campo para inmigrantes. Para que lo dejen entrar, dice que es el hermano albino de la familia (siendo muy francés y muy blanco) y apela al derecho civil (puede acusar de racista al encargado) momento irónico que también es capturado continuamente en el personaje del policía, estilo film noir, casi caricaturesco, a veces con rasgos cómicos (como la escena del ananá en el bar). También está la escena del músico y su novia cuando no puede cantar porque se peleó con ella, “el manager de su alma”. Gracias al lustrador se reconcilian y por varios segundos el director nos deja viendo como ellos se miran, en una especie de imagen congelada y actuada, que como espectador no estamos acostumbrados. Demarca la enunciación, generando esa risa desconcertante, pero que sin embargo por su simplicidad y honestidad no nos distancia de la historia. En estos momentos me acuerdo porque me gusta tanto Buenos Aires: una sala llenísima de un complejo comercial a las 6 de la tarde para ver a Kaurismaki, riéndose de su humor. No se trata de contar una ficción solo para entretener un rato, ni apela al sensacionalismo del tema ni a las emociones. Kaurismaki está muy consciente del dispositivo cinematográfico, nos hace jugar, emocionar, reír y llorar honestamente. Es una película con final feliz, pero no ingenua.