Floja transposición de una novela de Stephen King
El realizador Tod Williams entrega con El pulso, La llamada del apocalipsis (Cell, 2016) un relato rutinario, sin in crescendo dramático, que no aporta demasiado al “universo zombie”.
Una importante afinidad tuvo el zombie con el universo cinematográfico. El núcleo duro de ese matrimonio lo aportó George A. Romero, y sobre esa base se fueron sumando nuevas asociaciones entre el muerto vivo y la sociedad y la política (sobre todo). El pulso, La llamada del apocalipsis viene a sumar un capítulo más, sólo que éste es pura rutina y desmerece la idea de que el tópico supo erguirse digno aún en producciones modestas, como si algo de ese sujeto degradado se pudiera amoldar más a lo artesanal que a lo mainstream. Aquí no hay una producción ostentosa en términos de dólares gastados. Pero se nota, y se nota mal.
John Cusack compone a un novelista que es testigo de una extraña –y espontánea- aparición de nuevos zombies, poco antes de viajar en avión. El medio que produce la transformación es ni más ni menos que el celular; una llamada puede transformarse en un “camino de ida”. No tardará en comprobar que la peste es masiva y brutal. Más tarde, conocerá a un conductor de trenes (Samuel L. Jackson) que lo acompañará en la búsqueda de su esposa y su hijo.
El pulso, La llamada del apocalipsis hace de esa búsqueda su motor dramático. ¿Eso es malo? En absoluto. El problema es que lo hace de forma rutinaria, con un arco dramático que en verdad se revela como una línea recta. No hay inventiva en el diseño de arte, los personajes –más allá de lo eminentemente narrativo- no producen empatía, y es así como a los veinte minutos la película ofrece todas sus cartas y sólo resta esperar el desenlace. Una pena, sobre todo si consideramos que el otro vínculo del film (con la narrativa de Stephen King) también queda varios peldaños atrás, frente a las logradas transposiciones que sí supieron producir buenos sustos.