Basada en una novela del prolífico Stephen King, la película es una variante de los relatos de zombis y explora las consecuencias del uso de la tecnología celular. Lo cotidano se transforma en pesadillesco pero falta tensión y buena señal.
Lo cotidiano se transforma en pesadillesco en manos del novelista Stephen King. En El Pulso, basada en su novela y con su intervención en el guión, muestra como la tranquilidad de Boston se quiebra cuando Clay -Joan Cusack-, un diseñador gráfico y de comics que quiere reencontrarse con su ex esposa y su hijo, se topa en el aeropuerto con el horror. Todos atienden sus celulares, comienzan a enloquecer de manera inexplicable y se convierten en feroces asesinos.
La película es una variante de los relatos de zombis y explora las consecuencias del uso de la tecnología celular. Sin dudas, lo mejor es la secuencia inicial, en la que un hombre común y corriente enfrenta fuerzas inexplicables y se embarca en una travesía para sobrevivir.
Clay se unirá en su camino con Tom -Samuel L. Jackson-, un maquinista de subterráneo, la joven Alice -Isabelle Fuhrman, que es recordada por su papel en La huérfana- y Jordan -Owen Teague-. Mientras escapan y se refugian del ataque de los humanos monstruosos, tratarán de descubrir de dónde proviene el misterio de la señal que se desparrama mediante los celulares y genera el caos, infecta a sus víctimas y las convierte en psicópatas.
Joan Cusack ya había trabajado con Samuel L. Jackson en 1408, también de King, pero acá parece perdido y desconcertado ante tanto aturdimiento y situaciones que hacen inevitable las comparación con títulos como Exterminio. Si bien hay alguna secuencia con suspenso que funciona mejor que otras, la tensión y los sustos no aparecen. Si al caos generalizado se le suma el final confuso que propone el film de Tod Williams -Actividad Paranormal 2- se puede afirmar que esta es otra fallida traslación del universo literario del autor de Carrie a la pantalla grande.
Mientras los protagonistas encuentran armamento para defenderse, los humanos ya colonizados por la tecnología se reúnen en una suerte de colmena alrededor de una gigantesca antena en una zona de Maine, un escenario que siempre está activo para desarrollar el horror.