Esta es nuestra crítica a la adaptación difusa, y poco astuta, de la novela Cell de Stephen King.
Como bien sabemos, este film dirigido por Tod Williams (Actividad Paranormal 2) sienta sus bases en la novela del 2006 de Stephen King, Cell. La historia narra, básicamente, cómo, a través de la hiperconectividad, un extraño virus se expande por todo aquel que hable por celular. La película comienza con una cámara en mano nerviosa que recorre punto a punto un aeropuerto de Estados Unidos.
El movimiento de la cámara transmite un estado de inquietud y confusión, el típico ritmo citadino, sin descanso, donde lo cibernético se encuentra presente junto a cada persona. ¿Quién hoy en día no carga consigo una tablet o celular? En este ambiente tenso, de repente todo estalla, todos enloquecen: espuma por la boca, ataques violentos y no se sabe cuál es la razón.
Por supuesto que nuestro héroe, John Cusack, descubre que es el celular el causante del mal y logra escapar de la rebelión. Bajo tierra se encontrará con quien será su compañero de camino en este escape hacia la nada, interpretado por Samuel L. Jackson. A partir de aquí lo primordial es sobrevivir, aunque la finalidad de Cusack es encontrarse con su mujer e hijo, a quienes no ve hace un año.
El problema del film es que se queda en la anécdota, después de que ocurre este extraño hecho en el que las personas están narcotizadas por una señal y se mueven en manada sin razón aparente, la trama se torna difusa. Una narración monótona, donde no se apuesta ni a la acción, ni al suspenso, ni siquiera a lo emocional. Por si eso no fuera suficiente, la música tampoco acompaña la historia. Hay zombies que no son zombies, terror que no sobresalta, vínculos que no conmueven… pura anestesia cinematográfica.