Es difícil comprender porqué alguien pensó que ésta película debía existir. Basada en uno de los menos celebrados textos de Stephen King, Pulso (o Cell, tal su título original) parte de una premisa gastada y, lo que es peor aún, casi ya vieja: que los celulares y la cultura de los dispositivos móviles nos terminan alienando, envuelto en una obvia metáfora de personas transformadas por ello en una suerte de zombies. Tan anacrónica resulta la película en la ejecución de su planteo, que hasta el modo en que presenta el conflicto es irrisorio: los personajes explosionan ya que se pasan todo el día con el aparato el oído y una señal es la que los detona, cuando en verdad hoy nos encontramos más ocupados viendo la pantalla (gracias a mensajeros como whatsapp y telegram) que apoyándola al costado de nuestra cabeza.
Así y todo, la señal se expande, la gente pierde los estribos y una escalada de violencia absurda toma por completo la película, al tiempo que John Cusack y Samuel L. Jackson (quienes tuvieron mejor suerte en otra anterior adaptación de King, 1408) intentan descifrar el misterio y, claro, corren por sus vidas.
Nada impacta en Cell, nada sorprende, nada asusta y, lo que es aún peor, nada entretiene. El film de Tod Williams (Actividad Paranormal 2) cae así en el olvido, ahí junto con tantas otras obras de Stephen King que no supieron saltar bien a la pantalla.