Cuando Berg conoció a Assange
Red Social (The Social Network, 2010) nos enseñó que “no se pueden hacer 500 millones de amigos sin hacer algunos enemigos”. En El quinto poder (The Fifth Estate, 2013), Julian Assange hace 500 millones de enemigos y ni un solo amigo. Es un personaje mentiroso, engreído y confeso esquizofrénico que despierta una fascinación anempática en el espectador. Incluso su gran victoria sobre la libertad de expresión (la publicación imparcial de secretos de estado mediante la fundación WikiLeaks) se ve teñida por su eminentemente desagradable personalidad.
Assange es interpretado por Benedict Cumberbatch, Sherlock Holmes en la serie de la BBC. Como Holmes, Cumberbatch está acostumbrado a personajes con aires de superioridad y un grado de ineptitud social que raya el autismo. Pero mientras que Holmes es jovial y caprichosamente infantil, Assange es sombrío y sus caprichos parecen venir de una patología oscura e inexplicable. Cumberbatch; es una decisión de casting obvia y funciona perfectamente, le da a Assange un carisma que no poseería un personaje tan perturbado.
Como Holmes, Assange también tiene un Watson a modo de colega y cronista, Daniel Berg (Daniel Brühl, el molesto nazi de Bastardos sin Gloria). De hecho la película se inspira parcialmente en un libro publicado por Berg, “Mi tiempo en WikiLeaks”. La película no posee mucho humor pero su mejor chiste es terminar con el Assange de Cumberbatch en una entrevista criticando tanto al libro como a la película (un tacle preventivo contra el Assange real, que tampoco le ha causado mucha gracia la película).
La película nos muestra cuando Berg conoció a Assange – Berg asiste a una presentación y siente el genio en bruto de Assange, mientras que Assange ve en Berg a un apóstol de la informática que le ayudará a conectarse con el pueblo. Hasta quizás un amigo. Recordarán una fórmula similar en Red Social, con el insoportable autista de Zuckerberg como el mesías del “quinto estado” (la blogosfera) y con Eduardo Saverin como el simplón que le sigue a todos lados para que no enloquezca de genialidad. Una mezcla de parasitismo y comensalismo enfermizo: Holmes parasita a Watson, mientras que Watson languidece en un falso comensalismo.
Me detengo sobre la relación prototípica entre estos dos hombres porque es por lejos lo más interesante de la película. Que Assange haya fundado WikiLeaks, que negociara su legitimidad con publicaciones prestigiosas, y que los secretos que difundiera hirieran la intimidad y la vida de cientos de miles de personas se da por hecho y no hay nada notable en la dramatización de estos hechos. Hay esbozos de thriller genérico – hombres de negro espiando, un par de asesinatos, una tensa defección de estado – pero nada nunca toma tanto vuelo como los engaños y las decepciones que sufren Assange y Berg entre sí.
La película se interesa más en criticar la forma en la que accedemos a las noticias que en criticar las noticias de por sí (por ejemplo, la masacre norteamericana en Baghdad del 2007 siendo el meollo de la historia). Pero la verdadera pregunta que tienen que hacerse es: ¿cuánto me interesa el escándalo de WikiLeaks como para ver un docudrama unilateral acerca de hechos demasiado recientes como para que resulten objetivos?