Las películas, en este caso sobre un tema actual, tienen un punto de vista -del director, del guionista, de los productores- que puede inclinar la opinión del espectador. “El quinto poder” es sobre la idea con la cual Julian Assange entró a la historia. Este australiano, junto a su socio Daniel Berg, fue el creador de WikiLeaks, una fabulosa herramienta de internet a través de la cual revelaron datos e información confidencial que afectó intereses de varios gobiernos y poderes económicos y corporativos. El director Bill Condon dejó así la saga “Crepúsculo” y el amor adolescente entre humanos y vampiros, y se metió de lleno en el derecho a la información. El acierto está dado por el enfoque y las controversias sobre el efecto social y político de WikiLeaks. Después de la coincidencia de los dos personajes centrales en que estaban haciendo lo correcto, y a pesar del perfil opuesto que el director les imprime -uno más decidido y audaz (Assange) y el otro más prudente (Berg)- aparece el conflicto entre ellos. Se trata de si revelar cierta información puede poner en peligro la vida de terceros, en oposición al concepto de seguridad nacional, de verdad, de libertad y de justicia. Con un montaje y una producción impecables, actuaciones verosímiles y un ritmo intenso que a veces conspira contra el suspenso, Condon toma la decisión acertada y deja que el espectador decida sobre la magnitud y alcance de WikiLeaks.