Desesperad aquellos que entran
El rascacielos latino (2012), el nuevo documental de Sebastian Schindel, explora el diseño y construcción del Palacio Barolo, en cuyo entramado histórico circundan rumores sobre los restos de Dante Alighieri, el sectarismo masónico y templario, y una serie de trágicos robos, muertes y desapariciones.
En su presentación este año dentro del 14° BAFICI Schindel comentó que “la película empezó como un juego, algo casi lúdico, sin objetivo comercial”. Valga agregar, definitivamente lúdico, y sin ningún objetivo en particular. La película persigue todo tipo de tangentes hasta acabar más o menos donde empezó. Schindel entrevista a todo tipo de gente con opinión pero sin fundamento; es un documental basado no en hechos sino en rumores, los mismos rumores cuya premisa pretende dilucidar.
Por ejemplo, en ningún momento del documental un profesional opina afirmativamente sobre la teoría de que los restos del Dante descansan en algún recodo del Palacio, y sin embargo el rumor persiste a lo largo de la película y probablemente persistirá más allá de la misma. Lo mismo puede decirse de los rumores entorno a los masones. Una visita al moderno centro masónico termina como tantos otros, frente a un impasible burócrata que opina por opinar.
Y sin embargo la película posee una cierta cualidad espeluznante, bancada por la innata fascinación del hombre por las coincidencias (de fechas, de sucesos, de nombres, de rumores). Posee entusiasmo y ritmo y sostiene la atención aunque sea con los malabares de estas coincidencias y el uso incidental de música y la narración autora de Schindel, que quizás no sepa muy bien a dónde quiera llegar pero se mantiene en constante movimiento.
El rascacielos latino tiene un valor documental nulo. Empieza a base de unos cuantos rumores y hacia el final no quedan más que rumores. Funciona a base de ficciones y se la disfruta mejor como ficción – curiosa, aventurera, amarilla, lúdica.