La entraña dantesca del Palacio Barolo
Es una pena que esta atrapante investigación sobre un hermosísimo edificio se exhiba únicamente en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551) una sola vez por día y encima en horario de trabajo. Cabe esperar que en las próximas semanas tenga una mejor difusión, porque se lo merece.
El asunto de por sí es llamativo: los misterios del Palacio Barolo, ese que reina en Avenida de Mayo 1370 y tiene un hermano casi gemelo (pero con mejor vista) en la esquina de Aveni-da 18 de Julio y Plaza Independencia de Montevideo.
Ambos culminan en faros cuyas luces, en viejos tiempos, cruzaban el Rio de la Plata. Hay historias sobre el supuesto empleo de esos faros en determinadas circunstancias políticas. Pero hay historias todavía más llamativas sobre el porqué de cada edificio, y más que nada sobre lo que habría o tendría que haber en el Barolo, que es el más antiguo.
¿Y qué es lo que habría o tendría que haber? Nada menos que las cenizas de Dante Alighieri. Lo cual no es el único misterio ni la única rareza del extraño palacio. Sebastián Schindel (coautor de «Rerum Novarum» y «Mundo Alas»), nos conduce en la investigación. Escarba en la historia del empresario Luis Barolo y el arquitecto Mario Palanti, y a partir de ahí descubre lazos cada vez más singulares, sobre ambos inmigrantes, la elección del estilo, tan singular, los vaivenes de la construcción, los detalles ornamentales que vinculan el palacio con «La divina comedia», una cosa va llevando a la otra, y ya estamos ante la presencia de la masonería, pero la presencia auténtica, porque la investigación no se frena ante nada. Y ahí no termina.
No corresponde contar más, porque uno de los placeres de la película es, justamente, ese camino de descubrimiento en descubrimiento, de especulación en especulación, de visita en visita a sucesivos conocedores (los hay de diversas disciplinas y contrapuestas opiniones) y de paseo en paseo por cada rincón del edificio, incluso los que no están abiertos al público.
Otros placeres están en la claridad de la exposición, que desenreda la trama para el espectador, y en la capacidad de la cámara para hacernos disfrutar en detalle semejante belleza de edificio. Investigación inicial, Sandra Cesilini y Josefina Barilari. Fotografía, Guido Lublinsky. Edición, Ernesto Felder. Vale la pena.