Pareciera que el cinematográficamente multifacético Enrique Piñeyro (es actor, productor y director) tiene un ciclo bianual para presentar, desde la dirección, sus documentales de denuncia. (“Fuerza Aérea Sociedad Anónima” en 2006 y “Bye Bye Life” en 2008 a los que hay que sumar la denuncia ficcionada “Whisky Romeo Zulu” del 2004)
Esta vez se aboca a la investigación de lo que realmente sucedió el 25 de enero de 2005 en el trágico suceso titulado por los medios como “La masacre de Pompeya”, que costara la vida de tres personas y la condena de Fernando Carrera a quien se lo encontró responsable de esas muertes y de una serie de robos inmediatamente anteriores.
Piñeyro, apoyándose en la investigación periodística de Pablo Galfre y la codirección de Pablo Tesoriere (“Puerta 12”, 2008), llega a posicionar de manera firme en el espectador la evidencia de que Carrera fue injustamente condenado mediante “siembra de pruebas”, falsos testimonios, manipulación policial para ocultar un episodio de “gatillo fácil”, y sobre todo por la influencia del tratamiento dado por los medios masivos de comunicación social al terrible hecho
A lo largo de la proyección Piñeyro y sus ayudantes analizan, primeramente, los noticieros televisivos que daban cuenta de lo ocurrido basándose solamente en las versiones de la policía y un testigo, que se reveló que pertenecía a la asociación de amigos de la comisaría correspondiente a la zona del barrio de Pompeya de la ciudad de Buenos Aires.
Luego, y ya con un tratamiento más cinematográfico, se vale de stop-motion para las reconstrucciones de los hechos, y figuras con movilidad digitalizadas para mostrar los desplazamientos de las personas involucradas. Suma también escenas de ficción y otras en las que muestra los efectos de determinados tipos de balas o los movimientos y el accionar del personal de la Comisaría 34 de la Policía Federal.
En la búsqueda de demostrar la inocencia de Fernando Carrera, Piñeyro arremete contra la corrupción policial y la forma de dar noticias a la población que tienen los noticieros y periódicos sensacionalistas.
Aunque luego Piñeyro y su equipo, al analizar en detalle esos mismos flashes noticiosos, llegan y hacen llegar al espectador a la conclusión de que se ha condenado a un inocente porque los jueces y fiscales no han visto lo que debían ver en la pantalla televisiva.
Este documental tiene buen ritmo e imágenes atractivas dentro del terrible drama que se muestra como única trama, que es la investigación hecha por un cineasta para demostrar que hay un hombre que cumple una condena por un delito del que no es responsable.
Ernesto Piñeyro, como lo ha hecho antes, muestra valentía al dar la cara para hacer su denuncia y desarrollar la investigación. Quizá tenga un estilo parecido a Michael Moore, sobre todo en un divismo que lo hace aparecer muchísimo en pantalla otorgándole un protagonismo casi absoluto.
Es un documental de denuncia, por lo tanto todo espectador que se sienta atraído por el género policial quedará atrapado por este argumento que lamentablemente ofreció la vida real. El cineasta apunta a que, además de ayudar a Fernando Carrera, esto se sepa para que no vuelva a ocurrir, un valioso aporte que le hace a la sociedad.