Finalmente, la última bomba de Piñeyro pasó por BAFICI para demostrarnos lo podridas que se hallan nuestras instituciones (la policial y la judicial) y lo avispados que deberíamos de estar para no caer bajo ciertos tentáculos que se desprenden de ambas.
La Masacre de Pompeya, vista según Piñeyro, resulta en la corrida infernal de un individuo que se muestra asustado ante un Peugeot 504 con personas amenazantes -itaka en mano- en su interior. El individuo acelera su vehículo por que se siente a punto de ser robado, y desde el Peugeot 504 surgen disparos.
Diecinueve disparos. Quizá más. Uno de estos disparos le parte la mandíbula. En la corrida, el individuo atropella a personas que mueren tras el impacto. Una vez que su vehículo se detiene, del Peugeot 504 surgen cuatro hombres (¿civiles?) que le disparan aún más tiros. El individuo no muere en el acto, pero muere en vida: Se le imputa resistencia a la Ley, y varios homicidios agravados. Treinta años preso.
Entonces Piñeyro recoge los testimonios, los mapas y las brújulas mientras intenta explicarse los hechos (con esa cuerda tónica que deja retrogusto a envidiable superioridad, cuerda que la mayoría de las veces suele gustarnos) y llega a la inevitable conclusión de que La Masacre de Pompeya fué Masacre, sí, pero perpetrada a raíz de accionares policiales enfermizos.
Provoca cierta clase de incomodidad (cuando no estupor) observar en pantalla ciertas obviedades, y cómo dichas obviedades pasaron desapercibidas (intentamos ser benignos) por los jueces que decidieron con su fallo los próximos oscurísimos treinta años del individuo de marras.
Piñeyro, pues, nos introduce en su mundo ultrapragmático de revisar todos los detalles que hacen ruido (incluso detalles de dicción en Magistrados Públicos que, tras el fogoneo de Piñeyro, nos resultan inadmisibles) y nos ofrece un festival de impunidad en el que un testigo clave que sale por Telefé Noticias asegurando falsedades no es ni más ni menos que un compinche histórico de ciertos bestias que deambulan por la Comisaría 32va.
El Rati Horror Show! no será obligatoria (mucho menos si ya estamos hartos de escuchar una y otra vez lo que ya venimos sospechando hace rato), pero sí sumamente clara en sus postulados. De modo que si queremos seguir envenenándonos con ciertos elementos enquistados en una institución concebida para Servir y Proteger, entonces adelante con este mazazo que, por si fuera poco, incluye momentos de distención muy bienvenidos entre tanta oscuridad.
Los aspectos formales y técnicos del film serán mejor explicados a través del siguiente diálogo, que se sucedió luego de la proyección, entre Piñeyro y un espectador anonadado.
Espectador: ¿Por qué utilizaste el recurso del Cine dentro del Cine, mostrándote en cámara mientras llevabas adelante el proceso de montaje del documental?
Enrique Piñeyro: Por que soy extremadamente narcisista y me encanta verme en pantalla diciendo cosas.