Empecemos enumerando lo que las películas de Enrique Piñeyro no son ni serán: grises, tibias, correctas. Ahora, digamos todo lo que sí son: personales, rabiosamente políticas, frontales, críticas. Para aquellos que en su momento defenestraron a Fuerza Aérea Sociedad Anónima por el supuesto carácter ególatra del director (recriminación más psicológica que cinematográfica), El Rati Horror Show puede generarles el mismo rechazo. Si bien en su cuarto largometraje Piñeyro aprendió de los ataques que sufrió a propósito del tono didáctico y de a ratos levemente aleccionador de su segundo film (y por eso agregó un personaje secundario que reemplaza al público como interlocutor), eso no impide que el realizador de Whisky Romeo Zulu se despache con una caracterización expansiva que colma hasta los espacios más recónditos de la película. Estrictamente, Piñeyro hace el papel de siempre, el de investigador comprometido, atento a los detalles, carismático, que por momentos parece incluso traslucir alguna aspiración detectivesca. Y el desafío que tiene por delante no es sencillo: hacer de la investigación un género cinematográfico, que combine la potencia y el rigor del mejor cine con la información y la presencia de un periodista-conductor propios de un formato televisivo (la televisión es el soporte audiovisual más utilizado cuando se habla de investigación).
Como Fuerza Aérea, El Rati… convence no sólo por la precisión en el despliegue de las hipótesis y las posibles respuestas, sino también por su exposición amena, clara y explicativa, para lo que el director echa mano a todo tipo de recursos: escuchas telefónicas, material televisivo, maquetas (las hay animadas), experimentos (como el del disparo), interpelaciones a muñecos caricaturizados de los personajes involucrados (como jueces y abogados), etc. Podría pensarse que El Rati… trata pura y exclusivamente sobre el caso de Fernando Carrera, que atropelló a tres personas cuando escapaba de un coche ocupado con policías vestidos de civil, pero lo que subyace al tema central de la encarcelación injusta de Carrera es el papel de los medios de comunicación, cuya inoperancia, búsqueda irresponsable de impacto y falta de curiosidad de todo tipo terminan siendo factores fundamentales a la hora de seguir el progreso del caso. El comienzo de El Rati..., que muestra una enorme cantidad de material televisivo, está ejerciendo (aunque no lo haga de forma explícita) una suerte de enjuiciamiento a los noticieros y programas de investigación que fueron un eslabón ineludible en la condena de Carrera. La crítica a los medios disparada por Piñeyro hace que la película amplíe notablemente su horizonte de denuncia y le imprime a su cine un carácter rebelde como pocos otros cineastas argentinos (con excepción de Pino Solanas) supieron sostener en el tiempo.