Matar es fácil
Había una vez un país donde la corrupción llegaba desde el eslabón más ínfimo hasta las cúpulas aparentemente más inalcanzables de los tres poderes. Lo triste de este país es que en su tradición comunicacional existieron no pocos documentalistas con la capacidad de revelarle a los más chicatos las cosas que pasaban tras bambalinas, pero se fueron quedando mudos o ciegos a su vez (muchos de ellos ni siquiera por propia voluntad). Los pocos que aparecieron post-dictadura, no llegaban a gritar lo suficientemente alto. Es muy raro que en la televisión o en los cines un buen documental argentino funcione de esta forma, a la vieja usanza: para despertar conciencias. Algo pasó a finales del siglo XX y una voz se coló por la rendija del bienpensar promedio para decir en voz alta lo que los noticieros no. Primero, con el caso del vuelo 3142 de LAPA, y luego con los manejos escandalosos de la Fuerza Aérea en la aeronavegación civil argentina.
En esta ocasión, el ex piloto, actor, director y productor Enrique Piñeyro se adentra en la causa judicial que llevó a un hombre de familia, sin antecedentes penales, a la cárcel con una condena de 30 años... todo, por un delito que no cometió. Es tan obsceno el manejo que la policía y la Justicia hacen de la causa mediáticamente llamada "masacre de Pompeya" que las variantes a explorar son tan numerosas como lo posibilite el material disponible. Que es mucho, y que Piñeyro sabe ensamblar de forma implacable para causar el mayor impacto en su espectador.
La mayor ventaja de Piñeyro posiblemente reside en su capacidad de convocatoria (el éxito de sus dos filmes previos lo avala) y en los medios que puede movilizar cada vez que estrena una nueva cinta. Independientemente de esto, ofrece en cada ocasión un producto de calidad, ambicioso y sumamente didáctico, profusamente respaldado y de exhaustiva realización. Sumando todas las variables, se podría concluir que en su historial como realizador y productor está contenido el germen de un nuevo tipo de documental, una suerte de lado B de los noticieros, o dicho de otro modo: una mirada lateral a esas noticias que nadie se preocupa por seguir, por mantener en una agenda caliente.