Lapidaria denuncia
Con un ácido humor que roza lo negro y con muchísima ironía, Enrique Piñeyro descubre a través de este documental una oscura trama de manipulación, tergiversación y abuso de poder. Un hecho confuso, una persecución inexplicable, inocentes muertos y un hombre condenado a treinta años de cárcel; una historia tremenda cuyo peor pecado es ser tomada como normal.
El caso de Fernando Ariel Carrera es digno de un film policial de ficción con todos los condimentos; pero lo llamativo es que pertenece a la vida real. Piñeyro (director de Fuerza Aérea Sociedad Anónima, Whisky Romeo Zulu, Bye Bye Life) toma como pruebas todo lo que queda de la causa (muchas de ellas fueron borradas o fraguadas); entre ellos videos, testimonios de testigos, documentación, etc. y pone al descubierto un caso que no es otra cosa que gatillo fácil y corrupción policial y judicial.
El caso es estremecedor y el director no escatima en mostrar las evidencias. El documental revela una investigación concienzuda y se pone del lado del acusado. Plagado de ironías, el film provoca risas nerviosas, propias de aquellas que reconocen una verdad amarga. A través de mapas, maquetas, grabaciones, escritos y filmaciones Piñeyro indaga, razona y se pregunta lo obvio. Los recursos utilizados rozan el grotesco, como la situación misma: los muñecos que representan a los jueces, las balas que atraviesan la carne. Aunque el ritmo es ágil, hay abuso en la intervención del mismo director. Por un lado, esto provoca la sensación de subestimación de quien mira el film; pero por el otro, podría pensarse que Piñeyro se dirige hacia los mismos jueces y policías durante estas intervenciones; en este último caso, sus razonamientos pormenorizados están justificados.
El Rati Horror Show es audaz e inteligente; apunta directamente al corazón del deterioro de un sistema perverso y contaminado. Una denuncia concreta sobre un hecho inmoral.