Maldita policía
Con El Rati Horror Show, Enrique Piñeyro continúa, en la misma línea de su último documental Fuerza Aérea Sociedad Anónima, su cruzada quijotesca contra las altas esferas del poder de nuestro país. En esta oportunidad pone en la mira a la justicia y las autoridades policiales (la comisaría 34 para ser más precisos). El caso que toma el director aquí para elaborar su denuncia es el de la llamada por los medios “masacre de Pompeya”, sucedida en el 2005, en donde un comerciante, Fernando Carrera, quedó como único imputado y fue condenado a la pena de 30 años de cárcel por ocasionar la muerte de tres personas durante una persecución automovilística seguida de un tiroteo con dos policías de civil pertenecientes a la 34. Piñeyro, durante los casi 90 minutos que dura el documental, se dispone a hacer una disección del caso, tomando las declaraciones juradas de fiscales y testigos, y analizando los peritajes realizados por la policía del lugar mientras hace gala de efectos por computadora en algunos pasajes.
Así, la posición del realizador con respecto al caso es clarísima. Sabemos que estará del lado del encarcelado y su munición gruesa apuntará hacia quienes debieron hacer su labor pero tanto por inutilidad como por encubrimiento no la cumplieron. Para formular estas acusaciones, el director toma un punto de vista interesante pero que, a la vez, constituye un arma de doble filo: el de ponerse él mismo delante de cámaras y “reaccionar” ante las pruebas que va encontrando (aunque todo el tiempo sea más que obvio que todo es una pantomima). Si bien Piñeyro demuestra tenerlas bien puestas al poner el pecho a todo lo que afirma sobre el caso, ese aire canchero, sobrador e irónico que maneja a la hora de analizar los pormenores del asunto por momentos lo llevan tanto a él como al film a crear una cierta sensación de condescendencia obligatoria. Igualmente, son tan contundentes las pruebas de Piñeyro y tan bochornoso lo que se escucha de boca de jueces y fiscales a lo largo de El Rati Horror Show que a uno no le queda otra que ponerse de su lado, y de paso lamentarse de las autoridades que rigen la ley de este país -pero eso ya lo sabíamos.