Diamante en bruto
La directora británica Andrea Arnold ganó multitud de admiradores y algún que otro premio en el Festival de Cannes de 2006 (se alzó con el gran premio del Jurado), gracias a Red Road, un thriller cargado de alto voltaje erótico donde una mujer cobraba venganza de un viejo amor gracias a su trabajo en Glasgow como vigilante de las cámaras de seguridad del ayuntamiento.
Ahora nos llega Fish Tank (cuya traducción castellana sería algo así como cisterna de peces), traducción porteña para El rebelde mundo de Mía, reconocida igualmente en el certamen francés.
Se trata de un drama social tan bucólico como mugriento, donde asistimos a un clamoroso y magnífico trabajo de la debutante Katie Jarvis (descubierta a los diecisiete años en una estación de tren), quien interpreta a Mía, una adolescente de temperamento feroz que pasa su tiempo entre continuos enfrentamientos familiares contra su abusiva madre,y su contestataria hermana pequeña y entrenamientos de hip hop en un destartalado apartamento, ya que tiene la secreta ilusión de convertirse en bailarina profesional.
El resto del tiempo lo pasa vagabundeando por las calles de Essex, un condado situado al este de Inglaterra, entrando en constantes conflictos con los vecinos del lugar. Son impagables las escenas donde la protagonista se enfrenta verbal y físicamente con el grupo de chicas que no permiten que entre a formar parte de su conjunto de baile, o aquélla en la que Mía se cuela en una propiedad privada con la intención de soltar a un rocín famélico y es sorprendida por los dueños del solar, quienes no dudan en asustarla simulando una violación.
La actriz británica carga sobre sus hombros con el peso de la historia, con la cámara pegada a ella durante todo el metraje como si se tratase de una película de los hermanos Dardenne: la estructura del film nos recuerda en más de un aspecto a Rosetta, la más reconocida de las obras de estos directores.
Con el apoyo de actores experimentados, como Kierston Wareing (la protagonista de Free world, de Ken Loach) y el alemán Michael Fassbender (Bastardos sin gloria, Hunger) Katie Jarvis irradia la pantalla. Igual de detestable que encantadora, tan frágil como indestructible, la actriz sabe inyectar a su personaje altas dosis de riqueza y complejidad, lo que en definitiva dota de eficacia el conjunto y la labor de su directora, quien se consolida como una de las voces más originales del cine británico actual gracias a este inolvidable cuento sobre la inocencia perdida.
Se ha de agradecer mucho que la realizadora no cargue las tintas en el aspecto emocional y que no caiga en un sensacionalismo que no le hubiera venido nada bien al desarrollo de la historia. Muy al contrario, la crudeza y realismo de sus imágenes tiñe cada fotograma, ganando en profundidad y sustancia. Y así el espectador tan sólo puede observar atónito como Mía sufre las consecuencias de los avatares propios de su adolescencia de forma brutal, sobre todo en cuanto a la relación que se establece entre Connor, el nuevo novio de su madre, y ella.
Cuando Connor aparece por primera vez en la acción, Mía reacciona como un ciervo encandilado ante lo que parece ser una figura paterna recién adquirida. Pero a medida que los encuentros se sigan produciendo, lo que parecía ser un sentimiento bondadoso mutará progresivamente en una inquietud y ansiedad incómodas que acarreará gravísimas consecuencias luego.
El mayor acierto de Arnold, en este caso, es jugar muy acertadamente con las ambigüedades derivadas del relato: ¿Cuáles son las intenciones reales de Mía y Connor? ¿Ella tiene conciencia de la tela de araña que se va tejiendo a su alrededor? Las líneas nunca quedan claras, y la curiosidad malsana del atribulado espectador crecerá a medida que avanza el metraje.
A pesar de su truculenta y sórdida temática, El rebelde mundo de Mía se destaca por su minimalismo y su calidez. Hay mucho para admirar: desde un guión fantástico, pasando por una fotografía de gran nivel y unas interpretaciones portentosas. No nos extraña entonces que haya arrasado en los premios Bafta y en los Brittish Independent Films Awards consiguiendo nada menos que el premio a la mejor película y a la mejor directora y actriz, respectivamente. Además de adjudicarse el Premio a la mejor película Europea de la temporada, galardón completamente merecido.