Pretenciosa, confusa y fallida variante del mito de Edipo
Inés de Oliveira Cézar apuesta fuerte y pierde
Si hay algo que molesta a cualquiera que esté abierto a nuevas y -mejor todavía- desafiantes propuestas cinematográficas tanto de contenidos como de formas, de discursos y recursos, es cuando un cineasta promete un futuro interesante y, más allá de sus buenas intenciones, aquella posibilidad termina disolviéndose en un mar de pretensiones. Eso es lo que le ocurre a Inés de Oliveira Cézar, que tras un volantazo al cine convencional (con el que debutó hace casi una década), demostró con Como pasan las horas un talento y una sensibilidad prometedoras. En su anterior experiencia, Extranjera , la cineasta creyó poder recuperar Ifigenia en Aulide , de Eurípides, a su manera. El resultado fue, por decirlo en una sola palabra, discutible. Pero esa incursión no parece haber sido suficiente. Ahora, al abrevar en Edipo -toma a una mujer que acaba de enviudar y que en su juventud supo estar comprometida en lo político, en plena dictadura militar en cautiverio, y despojada de su hijo recién nacido- deviene pretenciosa.
La mujer que, endurecida por el tiempo, está al frente de un taller metalúrgico familiar en crisis, enfrenta el desembarco de un joven auditor impuesto por los acreedores, un joven ambicioso que de la noche a la mañana se hará cargo del lugar e intentará hacerlo funcionar aún poniendo en riesgo las vidas de los operarios. La relación entre la mujer y el visitante deviene carnal, pero aún así poco clara. Y el relato se oscurece hasta impedir ver qué es lo que realmente ocurre entre estos personajes que transpiran amargura. Con temas que recuerdan a otro cine independiente local, pero sin demasiada fortuna, todo se hace moroso a más no poder, con situaciones muy traídas de los pelos. El guión hace agua hasta convertirse en lo que es: abrumador y angustiante, pero sin demasiada coherencia. En este punto es importante destacar que Eva Bianco y Santiago Gobernori, protagonistas de este producto sesgado por lo pretencioso, fatalmente aburrido y peor aún, confuso, resuelven situaciones complejas con convicción, esfuerzo insuficiente para dar sentido y justificación a la propuesta. Una pena.