El peor de los pecados
La cuarta película de Inés de Oliveira Cézar echa una mirada al pasado nefasto de la Argentina y de cómo éste repercute en un presente dudoso, casi desdibujado,en el que los personajes se entremezclan y relacionan como pueden.
Estructurada en diez capítulos, con una puesta casi teatral y con el marco de una fábrica, El recuento de los daños reelabora el complejo de Edipo, que aparece representado aquí por un joven (Santiago Gobernori) que llega a la fábrica manejada por una mujer madura (Eva Bianco) que enviudó recientemente y cuyo imperio amenaza con desmoronarse.
La posibilidad de que ella sea su madre y, el muerto, su padre, no le impide caer en una relación amorosa mostrada con cautela y apasionamiento. Formalmente correcta, pero sumamente aburrida a pesar de su corta duración, el peor pecado que comete la película es ser pretenciosa en todo sentido.
El personaje femenino aparece en muchas oportunidades como desenfocado, al igual que las ruinas de su fábrica. En tanto, el joven llega al lugar para realizar un informe y se ve inmerso en un complejo drama familiar en el que la hija menor parece ser la única que busca la salvación.
Un cine extraño, hermético y casi experimental que sigue insistiendo en mirar hacia atrás para no modificar ni agregar nada a la pantalla grande.