Una rebuscada historia es la que cuenta la misma directora de Extranjera y Cómo pasan las horas. Retomando a los griegos –de quienes, según confesara en entrevistas a distintos medios, le interesa su visión del mundo- mezcla en El recuento de los daños el complejo de Edipo, las heridas que quedan aún sin cerrar desde la última dictadura militar y la vida que debe afrontar una viuda –Eva Bianco, en una interpretación impecable- que acaba de perder a su esposo en un accidente en la ruta, con dos hijas –Agustina Muñoz, quien se destaca, y Dalila Cebrian- y una fábrica que depende de ella y su hermano.
Los personajes que componen la historia (de los que no se sabe ni los nombres) son sombríos, fríos, tristes; parecieran no poder comunicarse entre ellos. ¿Una historia de amor? ¿Una viuda que debe sobrellevar la fábrica que antes manejaba su marido? ¿Un hijo y una madre que se conocen? ¿Una madre y un hijo que se enamoran? La respuesta a cualquiera de estos interrogantes puede ser el tema sobre el cual gira este film. O no; o tal vez un poco de cada uno. La trama se hace compleja y lo que al principio parecía ser resulta que no es. El peso de cada uno de los posibles focos de interés se diluye cuando se mezclan tragedias antiguas y actuales de manera caprichosa. Lo que sí puede afirmarse es que queda claro en este film que las acciones de los hombres (los que gobernaron durante la dictadura, los que robaron bebés, el que dejó un auto sin señalización al costado de la ruta, y la lista sigue) tienen irremediablemente consecuencias que son inimaginables. Los daños son a veces muy grandes y repercuten en demasiadas vidas.
La directora juega con una estética que al principio promete ser interesante; las tomas largas y pausadas; los fuera de foco, los cuadros fuera de campo que parecen dar un punto de vista particular; todo se pierde pronto. Hay además demasiadas elipsis temporales que obligan a llenar esos espacios con la imaginación, pero tampoco este recurso es acertado. Sin embargo, la iluminación crea atmósferas densas y le imprime un misterio interesante al relato. El sonido es otro elemento destacable; en algunos casos llega antes que las tomas a las que pertenece. En otros se escuchan los ruidos fabriles de fondo de manera constante; en ambos casos se logra el ambiente adecuado para lo que vendrá.
Lo que al principio parecía iba a ser una película interesante se convierte en una historia forzada, con resultado poco feliz. Demasiado riesgo puede traer, como en este caso, consecuencias nefastas. Una pena.