En su cine, Richard Linklater ha viajado al pasado con cierta recurrencia. La pandilla Newton, Rebeldes y confundidos y Me and Orson Welles eran películas "de época", pero siempre desde la mirada del año del rodaje, y en Tape se revisaba el pasado desde la trama. Boyhood fue un registro singular del paso del tiempo, y fue un relato rodado en presente. En la extraordinaria película anterior a El reencuentro, Everybody Wants Some!!, Linklater contaba una historia de 1980 con el estilo de la década que en el momento de la acción estaba terminando, en una pirueta arriesgada, pero de una notable efectividad. Los setenta en su modelo de mayor deriva, libertad y desasosiego en sus personajes generaban un ejercicio de disfraz notable.
En El reencuentro tenemos a tres excombatientes de Vietnam que se reencuentran -culpen de la repetición al título de estreno local-, porque uno de ellos va a buscar a los otros dos para que lo ayuden en el momento del duelo más doloroso. Así se genera un viaje más o menos planificado que terminará siendo, claro, otra cosa. Hay algo de humor -que funciona sobre todo mezclado con la agresión o el enfrentamiento-, algo de acidez política que asume en general las formas vetustas del comentario anacrónico, tristezas varias y personajes que, salvo por momentos el de Bryan Cranston, se mueven menos por su propia energía que por los designios escritos.
Linklater hace una pirueta doble: sitúa la acción en 2003 y otra vez busca inspiración en el cine de los setenta, en el mood, en la puesta en duda de las instituciones, en la estructura de road movie, en la manera de iluminar. Y hay algo de desajuste en ese encastre entre el humor social de principios de siglo en Estados Unidos luego de que las armas de destrucción masiva no fueran encontradas en Irak y el tono de los setenta que se monta sobre El último deber, de Hal Ashby, de 1973, con Jack Nicholson; otra película de militares en viaje y con algo a resolver, y con el mismo autor del libro original, Darryl Ponicsan.
Cuando un cineasta con el currículum temático de Linklater pasa a una película como El reencuentro podría llegar a afirmarse que ha encontrado alguna forma de madurez. En el caso del director de la trilogía iniciada en Antes del amanecer, eso podría no ser del todo un comentario elogioso, porque las formas más clásicas y fluidas que encuentra de a ratos en El reencuentro ya estaban mucho más logradas y con más energía en, por ejemplo, su inolvidable Escuela de rock.