Tres veteranos de guerra se reencuentran después de décadas, reunidos por uno de ellos que acaba de perder un hijo en Irak y quiere que lo acompañen a enterrarlo, en ceremonia militar. No podrían ser más distintos: Larry -Steve Carrell-, el convocante, es un tipo apocado, pulcro y melancólico, Sal -Bryan Cranston, un alcohólico ácido y decadente- y Richard -Laurence Fishburne- se ha convertido en un reverendo, un pastor. Son tan distintos como los registros de sus tres extraordinarios actores, desde lo desatado a lo hiper contenido.
Basada en una novela de Darryl Ponicsan, esta reunión es el punto de partida para esta road movie, último film de Richard Linklater -Boyhood, Antes del Amanecer/Atardecer/Anochecer-. Triste, tierna, profundamente humana, la película se estructura en base a la serie de diálogos, más algunas peripecias del camino, de estos tres personajes, en los que los recuerdos compartidos aparecen desde sus presentes y personalidades. Como en sus films anteriores, el paso del tiempo atraviesa este estudio de personajes, entrañables y lejos de las mayúsculas de los héroes o grandes protagonistas. Los Estados Unidos del costado de la ruta, hechos de pequeñas historias de tipos como éstos, a los que Linklater observa con enorme cariño e interés.
Pero los 125 minutos de El Reencuentro no terminan de resultar en una obra tan redonda como algunos de sus films anteriores, en buena parte porque la duración lleva a un desgaste inevitable de la gracia inicial: como en la saga Antes..., es un prodigio de trabajo conjunto el de la puesta entre director y actores, pero el encanto termina por agotar un poco en el fárrago de conversaciones. Hacia el final, envuelto en la voz de Bob Dylan, el aliento patriótico le gana a los dardos críticos hacia la política exterior de Estados Unidos, en línea con tanto otro cine de glorificación de sus soldados. Amamos a Linklater, pero esta, con sus enormes virtudes, no es su mejor película.