Es una road movie en la que se habla hasta por los codos. Y en eso no tiene nada de raro, viniendo de Richard Linklater, el director de la trilogía Antes del amanecer/atardecer/ medianoche y Boyhood.
Suerte de secuela de El último deber (1973, Hal Ashby), la nueva película de Linklater también se basa en una novela de Darryl Ponicsan, y si aquel filme trataba sobre dos marineros de la Armada (Jack Nicholson y Otis Young) que escoltaban a un tercero (Randy Quaid) a una prisión militar, el espíritu de esos tres personajes emerge en el filme, con otros nombres y 30 años más tarde.
Ahora los veteranos de Vietnam son Doc (Steve Carell), quien desea reunir a quienes lo llevaron a prisión para que lo acompañen a enterrar a su hijo, también soldado, quien murió en un confuso episodio en la Guerra de Irak. La televisión muestra la caída de Saddam Hussein, un George Bush hijo que es denostado por Sal (Bryan Cranston en el que sería el papel de Jack Nicholson), un alcohólico dueño de un bar -qué mejor-, y el otro personaje, Richard (Laurence Fishburne) se ha convertido en un religioso pastor.
No hay por qué haber visto ni recordar El último deber (The Last Detail) para entender El reencuentro. La película se motoriza por sus propios medios, y está estructurada -tal vez se note demasiado- en bloques narrativos. Charla en el bar. En lo del pastor. En el reconocimiento del cuerpo. En un camión para transportarlo. Y así.
No, no es una obra de teatro, tampoco podría ser un radioteatro, porque Linklater es de los que narran con las imágenes, dándole entidad y espacio a cada gesto de sus criaturas.
Cranston, sí, no hace mucho por no hacernos recordar a Walter White, su personaje emblemático en Breaking Bad, todo cinismo y que no tiene pelos en la lengua -o los lleva embebidos en alcohol- para enfrentarse a lo que sea. Steve Carell ya dio muestras de que el drama le sienta tan bien como la comedia, y quizá sea Fishburne el que tiene más reducido su espacio para (re)crear su personaje, sea o no porque lleva un cuello clerical.
Es una road movie, decíamos, con todos en camino al cementerio de Arlington, si es que Doc se decide a enterrar allí a su hijo de 21 años. Es comedia, es drama, es la relación de tres seres que no son amigos, pero a los que los une algo, ese algo que no tiene una definición precisa como sucede muchas veces en la vida.