CONVIVENCIA FORZADA
La principal virtud de esta comedia dramática colmada de convencionalismo radica en la química actoral que logra el triángulo conformado, no desde lo romántico sino desde lo interpretativo, por Catherine Deneuve, Catherine Frot y Olivier Gourmet. Actores que se han ganado un espacio de prestigio y que cuentan con ese encanto que da la experiencia, en parte por la autoconsciencia que cae tanto sobre el espectador como desde el realizador y el mismo intérpretes. Pero hasta aquí no hemos añadido nada demasiado novedoso para alguien que haya visto al menos Los paraguas de Cherburgo, La cena de los tontos o algunas de las obras más memorables de los hermanos Dardenne. Son tres intérpretes que lucen con la gracia y el carisma que a esta película le falta, porque más allá de contar con un elenco de lujo el resultado es soso, previsible y las casi dos horas que transita el film se hacen eternas por decisiones formales que toman distancia con la sensibilidad que necesita el relato y una superficialidad notable en algunos diálogos.
La película nos pone en la piel de Claire (Catherine Frot), una partera que trabaja en una pequeña maternidad, llevando una vida estable que la aparición de Beatrice (Catherine Deneuve) vendrá a remover al apelar al pasado que las dos comparten. Este es el eje del film, aunque la crisis del personaje de Claire también está enmarcada por el eventual cierre de la maternidad y una serie de cambios en la relación con su hijo, al que crió como madre soltera. La tensión no tarda en darse ya que Beatrice es la ex amante de su padre y el chivo expiatorio de Claire para explicar su posterior suicidio cuando lo abandonó, además de tratarse de mujeres radicalmente opuestas en su forma de pensar. Sin embargo, las circunstancias las llevarán a tener que convivir forzadamente, algo bastante común en las buddy movies. Digamos que por si fuera poco material para un culebrón, sumemos que Beatrice está muriendo de cáncer intentando sostener una vida para la cual ya no es solvente, procurando mantener un nivel al que ya no puede acceder. El encuentro parte de la necesidad comunicar a alguien que se está muriendo y reconciliarse con su pasado, mientras que Claire se encuentra navegando un presente lleno de transiciones y cambios.
A priori la propuesta es atractiva, el problema radica en que su ejecución apuesta al diálogo de una forma previsible y excesiva, apelando a la tradicional estructura del plano/contraplano en un film en el que las emociones y la forma en que se comunican esas emociones es fundamental. El resultado es endeble en este aspecto y la escasa riqueza visual lleva a empobrecer la propuesta y hacer que aparezca un melodrama televisivo con actores que se encuentran en otro registro. Por otro lado, en un film que aborda temas de una densidad tan compleja (a veces exitosamente, eso hay que reconocerlo) sorprende la superficialidad de diálogos como el que se da hacia el desenlace en una moderna clínica de maternidad a la que Claire va a solicitar trabajo: la torpeza en su ejecución recuerda a la ficción que podemos ver en la televisión local cuando se pretende instalar un “mensaje”.
En definitiva, El reencuentro es una película intrascendente con un elenco que rescata con su química algunas secuencias, pero termina resultando extensa y, debido a carencias visuales y un guión que se apoya demasiado en convencionalismos, resulta en personajes bidimensionales en una trama que, a priori, prometía.