Refrito de ideas
La connotación cinematográfica de obra menor encuadra a la perfección cuando de El refugio (Le refuge, 2009) se trata. Más allá de la precisión narrativa con que muñequea su envidiable pulso, François Ozon se asoma a la cornisa frente a la que muchos autores –en la acepción más Cahierista del término- pierden el equilibro: la repetición.
Una joven embarazada de un drogadicto fallecido se muda a una casa alejada de la urbe, donde recibe la visita de su otrora cuñado, hombre pintón y homosexual. Entre bromas y acompañamientos, la atracción trascenderá orientaciones sexuales. Es, al fin y al cabo, un Ozon en su máxima expresión.
El galo supo forjar un séquito de seguidores a fuerza de una obra imprevisible y ecléctica. El musical en 8 mujeres (8 femmes, 2002), el thriller ¿pesadillesco? en La piscina (Swimming Pool, 2003), la alteración temporal de la narración en Vida en Pareja (5x2, 2004), el drama intimista y crepuscular de El tiempo que resta (Le temps qui reste, 2005), Ozon es un camaleón de los géneros. No filma sino que juega con el dispositivo cinematográfico. ¡Si hasta se atrevió a mofarse de los espectadores en esa película fantástica, por género y calidad, que fue Ricky (2008)!.
El refugio arranca en esa dirección, con una larga secuencia de los futuros progenitores consumiendo cuanta droga existe mediante todas las vías posibles. El director los retrata mientras aspiran, ingieren, se inyectan; todo con su habitual pulcritud y prolija puesta en escena. Es como Trainspotting (1996), pero con freno de mano y ABS al taco. De ahí en más, El refugio desprende olorcito a recalentado. Ya sin su media naranja, y tras una elipsis de varios meses, una embarazadísima Mousse vive en una casa costera circundada de un pasto esplendorosamente verde, y con vista directa a la inmensidad del Atlántico. ¿Habrá visto al marido de la británica Charlotte Rampling perdido desde Bajo la arena (Sous le sable, 2000)?
Como en La piscina, es una mujer que procura alejarse de la vorágine diaria y someterse a una soledad voluntaria. Pero si allí interrumpía la desfachatada y liberal Julie, aquí lo hace un personaje no tan locuaz, pero sí cálido y atento. Es un homosexual que realiza un viaje menos físico que interno, con destino directo a la redención que implica el agua, materia tan vital para el hombre como purificadora para personajes atribulados. Demasiado parecido a El tiempo que resta.
Según el portal Imdb, François Ozon ya completó su último film, Potiche, protagonizado por los enormes Catherine Deneuve y Gérard Depardieu. Incursionará en un género poco transitado: la comedia. Quizá El refugio no sea más que un corto reposo en su inagotable proceso creativo. Sus fanáticos le dejamos el crédito abierto.