The Gift es una película de suspenso, inquietante y entretenida como ésas que solíamos alquilar en VHS en los '90, quizás parecida a muchas pero igualmente efectiva y disfrutable. Ya casi no se hacen películas así. Film preciso, compacto, con actores convencidos del cuento que están contando, con un guión que sólo impone los pliegues mínimos exigidos por el género, sin mayores pretensiones. El australiano Joel Edgerton, además de ser uno de los actores protagonistas, debuta aquí como realizador y nos permite recuperar esa encantadora fruición primigenia que tan bien definió alguna vez el crítico Eduardo Russo: “el espectador de género, de algún modo, es aquel que antes de ver un film sabe buena parte de lo que puede pasar en la pantalla, y que acepta el desafío de sorprenderse con el resto”. Pero ninguna película se sostiene sin ideas. Ideas sobre el mundo y sobre el lenguaje del cine. Joel Edgerton las tiene y sabe comunicarlas con solvencia y discreción. (Consejo: vean la película sin averiguar ni leer nada más sobre la trama).
La imagen que acompaña este post es una prueba de todo lo que puede sugerirse a través de unos pocos elementos en el encuadre. La escena pertenece a los primeros segundos del film, una breve introducción en la cual vemos a Rebecca Hall y Jason Bateman (matrimonio en la ficción) recorrer una casa vacía que está a punto de comprar. Como el relato informará más adelante, la pareja decidió mudarse a los suburbios para empezar una nueva vida. Ambos se muestran contentos en este cómodo chalet de amplios ventanales. Él empeña un vidrio con su aliento para dibujar un corazón. Ella sonríe. Sólo los separa el cristal. La transparencia. La ilusoria transparencia. Porque la mujer, en su tenue reflejo, aparece superpuesta a él, encerrada en él. Incompleta. Partida. Ella está adentro, él está afuera. Pronto descubriremos que ese corazón vaporoso no es más que una advertencia, una mancha irónica que delata toda esa opacidad que ella se negaba a ver... hasta ahora.