El pasado me condena
La gran pregunta que se presenta al finalizar la proyección es la razón del titulo, ¿A qué referencia? Esto es sólo uno de los posibles atravesamientos que posee el filme, para que casi por si sólo lo que lo constituya como una muy buena producción.
Una de las variables es que puede ser pensado en función metafórica por los dispositivos narrativos que lo va presentando, muy característicos del género al que adhiere, el thriller psicológico, y que funcionaria como una caja de Pandora que se desenvolvió, se abrió, y va descubriendo su contenido interior muy de a poco.
Esto es otro elemento de importancia, lo reticente que es el director en proporcionarnos la información como si fuéramos descubriéndola con el personaje de Robyn (Rebecca Hall), que muy acertadamente instala como punto de vista, y que ira descubriendo los secretos a medida que se van desenvolviendo.
La historia se centra en la pareja conformada por Robyn y Simon (Jason Bateman), él es todo un icono del self made man, un hombre que construye su propio éxito impulsado por una sociedad de consumo que recompensa la supuesta idoneidad.
Ellos han pasado por la triste experiencia de perder un embarazo, Robyn no pudo soportarlo y entra en estado depresivo grave, por lo que tras conseguir un nuevo empleo jerárquico en una empresa de gran envergadura, marido y mujer se mudan a Los Ángeles,, se instalan en una ostentosa casa de un barrio elegante, en apariencia plácido y tranquilo, para reintentar continuar su vida de pareja y reflotar sus plan de fundar una familia.
Para él es un retorno. Con el que estudio en la secundaria, no lo reconoce de inmediato. Gordon (Joel Edgerton), al que apodaban Gordo, es la antitesis de Simon, no parece haber logrado demasiado en su vida. Ese encuentro casual cambiara sus existencias.
Luego de ese deja vu, Gordon les deja de “regalo” en la puerta de su casa un vino, situación que promueve a invitarlo a cenar. No será el único “regalo”, habrá otros, tales como comida para los peces del estanque que se encuentra a la entrada de la residencia, peces regalados por el mismo Gordon.
Lo interesante de ésta producción es que en realidad da la sensación de que nada sucede, pero la tensión que va creciendo muy lentamente se despliega con todas sus posibilidades al promediar la película.
Hasta ese momento el realizador se dedica a la presentación de los personajes, de los espacio en que transcurren las acciones, en la manera en que lo realiza promueve al diseño de arte, particularmente la arquitectura como otro personaje.
Especialmente la casa en la que residen, sus grandes ventanales, dan cuenta de la vulnerabilidad a la que están expuestos, sensación que va creciendo compatible con la manera en que Gordon invade su privacidad más que involucrase con la pareja, efecto incrementado por el buen trabajo de fotografía de Eduard Grau (“Enterrado” 2010), quien le otorga a las imágenes tonos siniestros y redunda en los espacios interiores del la residencia, pasillos, rincones que deberían otorgar una imagen pretendida de seguridad familiar
La hiastoria se va constituyendo, pero de forma loable sobre los trillados caminos del género, que se aventura por un acentuación paulatina de la tensión que va dando la sensación de peligro a los que se enfrenta la pareja, mientras la trama va situando a Jason y a Robyn en una escenario de alarma creciente.
Poco es lo que nos informan sobre la pareja, sobre Simon y su relación con Gordon, no se instala nunca la certeza sobre quién es Gordon. ¿Es un psicópata? o ¿Sólo estamos frente a un personaje que no tiene el mínimo tacto para las relaciones interpersonales?
Esta dualidad invierte constantemente las sensaciones sobre el personaje, ayudado por la ambigüedad con la que Joel Edgerton va mostrándose a partir de la actuación.
Lo mismo ocurre con la performance actoral de Jason Bateman, quien hace un despliegue admirable de recursos histriónicos, muy bien acompañado por Rebecca Hall.
Por supuesto que estas muy buenas actuaciones sólo vienen a refrendar el muy buen guión, con una sola frase nos pone en estado de alerta, cuando Gordon le dice a Simon: “Puede que tú hayas acabado con el pasado, pero el pasado no ha acabado contigo”.
Entonces podemos apreciar una de las mayores virtudes del texto, esa posibilidad de ir dando de manera gradual, pero muy aceitadamente, la información necesaria en los momentos exactos para generar una intriga subyacente durante todo el relato. Ayudado, claro está, con el diseño de sonido, los silencios en los instantes justos, y particularmente con la banda sonora, presente también cuando es necesaria, reforzando el clima que se juega en cada escena.
Todo para dar cuenta de que nunca terminamos de conocer al otro y que muy pocas cosas son lo que parece.