Lo mejor que se puede decir de esta aventura de Gulliver es que el guión trata de recuperar el contenido satírico original de Jonathan Swift, perdido entre tantas aventuras y versiones. Aquí el rey de Liliput no solo tienen la suma de todos los poderes, su cargo hereditario, juez, abogado y cuanto se le ocurra, sino que ha decretado una aceleración del tiempo con fines políticos, es antojadizo y cobarde. El defecto es que para los más chicos son demasiados rulos del argumento, ya que la idea de tener a un héroe con sentido común, que no es gigante y que con ingenio derrota a los enemigos del pueblo le da bastantes corridas, idas y venidas como para entretener medianamente. Con una animación barroca y colorida como los adornos de las tortas recargadas, y con personajes bien definidos, pero poco expresivos, Gulliver sale airoso con argumentos sólidos y prefiere dejar los honores para un héroe olvidado.