Desconozco la cantidad de fans que clamaban por una nueva película de Mary Poppins a esta altura.
Ya pasaron 55 años desde la original. Y por cuestiones legales y conflictos, algunos de los cuales pudimos ver en la genial Saving Mr Banks (2013), no se había podido hacer otra producción basada en los personajes creados por P.L. Travers.
Más allá de las ganas o no de ver otra vez a la muy genial niñera, se me hace que esta secuela llegó bastante tarde y con un público acostumbrado a otro tipo de cine.
A pesar su gran realización, la película me aburrió. Me fue imposible no compararla de manera constante con la original. Y sale perdiendo siempre.
Me resulta medio inexplicable y hasta sacrilegioso, que no estén incluidas ciertas melodías que son icónicas y bien emparejadas con el personaje.
Amén de eso, Emily Blunt está genial como la nueva Mary. Se distancia un poco de Julie Andrews y hace suyo el papel.
Ella es, sin dudas, lo mejor de la película. Lo cual no es poco.
El resto del elenco está bien. Pero no entiendo las loas que está recibiendo Lin-Manuel Miranda. O sea, su trabajo es muy bueno, pero noto una cierta exageración.
Por otro lado, aplausos de pie para Dick Van Dyke, cuyo cameo a los 93 años hace emocionar.
Cuando se sube al escritorio… Increíble.
También me gusto la onda retro con dibujos clásicos y no por CGI, y como se entrelazan las historias, a través de varios paralelismos.
Rob Marshal, de gran trayectoria en musicales, hace un buen trabajo y se luce justamente en eso.
Pero pese a todo esto, no llegó a emocionarme ni le encontré elementos para que marcara a una nueva generación.
El regreso de Mary Poppins se siente como una película de Disney de media tabla, y esa afirmación en sí misma habla de problemas.
Ojalá haya una nueva oportunidad para hacer las cosas mejores.