En 1964 se estrenó “Mary Poppins”, una película familiar producida por Walt Disney que cautivó a chicos y grandes de varias generaciones debido a que creó una historia de fantasía divertida y emotiva, con un hermoso mensaje detrás y canciones inolvidables.
55 años después vuelve este icónico personaje a la pantalla grande, quien regresa para ayudar a los hermanos Banks. Ambientada en la época de la Gran Depresión, Michael y Jane ya son adultos y tienen sus propios problemas. La mujer de Michael falleció recientemente y tiene tres pequeños a cargo. Siguen viviendo en la misma casa de su infancia, pero Michael se atrasó con un préstamo que había recibido para mantener todo a flote y ahora le vienen a reclamar el dinero o le embargarán la casa. Junto con Jane buscarán un certificado de las acciones en el banco que les había dejado su papá, mientras que Mary Poppins aparece para no solo cuidar a los hijos de Michael sino también para recordarle a él su propia infancia.
En estas épocas en las cuales se vuelven a traer al cine historias que fueron significativas dentro de la industria cinematográfica, el principal miedo es que la nueva película no esté a la altura de la cinta original o que se sienta como una producción innecesaria, porque es muy difícil repetir un éxito rotundo. Sobre todo cuesta mantener un equilibrio entre no repetir los mismos pasos de su antecesora ni hacer algo totalmente distinto que no se asemeje en nada al espíritu del material de base. En este sentido, “El Regreso de Mary Poppins” es, por un lado, un musical efectivo que cumple con lo que se propone, pero que apela constantemente a la nostalgia, no solo manteniendo la esencia del film original, sino que directamente reproduce la estructura narrativa del mismo, dejando de lado toda originalidad e innovación. Si uno tiene presente el relato de 1964 se dará cuenta de que el camino que realizan los protagonistas es el mismo que transitaron en aquel entonces, cambiando algunos detalles y personajes por otros. La mayoría de las secuencias presentan la misma estructura aunque con otras ideas, pero para aquellos que vieron el largometraje original sabrán cómo se desarrollarán algunos cuadros. Si bien no es una historia idéntica, sí se repiten los mismos patrones.
En cuanto a los personajes, tenemos algunos de ellos que vuelven a aparecer en este film, como varios vecinos o algunas sorpresas que sin duda serán algunos de los mejores momentos de la cinta (explotando nuevamente el recurso de la nostalgia), y otros que, si bien son nuevos, se sienten como conocidos por la semejanza que presentan con algunos roles de 1964. Ejemplo de ello es el farolero de Lin Manuel-Miranda, que repite la esencia del deshollinador de Dick Van Dyke, un arduo trabajador que se la rebusca frente a la crisis y que ayudará en todo momento a Mary Poppins y a los niños. Incluso su gremio tendrá su propio momento musical como lo tuvieron los deshollinadores, uno de los cuadros más ambiciosos y logrados, pero, nuevamente repitiendo una idea ya utilizada previamente.
Siguiendo esta línea, uno de los mayores temores era traer nuevamente a la vida a Mary Poppins, interpretada increíblemente en su momento por Julie Andrews. Acá será Emily Blunt la encargada de ponerse en la piel de la niñera mágica, otorgando una gran performance. No solo baila, canta y actúa muy bien, sino que logra brindarle su propia impronta al personaje y ser auténtica. Mantiene las características centrales de Mary Poppins, pero a la vez se siente genuina y no una copia de la versión anterior.
Con respecto a los aspectos técnicos, se nota un mayor avance tecnológico de aquel entonces a la actualidad. Nuevamente tenemos una mezcla entre el live-action y la animación tradicional, un recurso utilizado en 1964 y que mantienen en esta oportunidad. Los colores fuertes y vívidos de la ropa y los momentos mágicos se contrastan con los tonos más oscuros de una Londres bajo la crisis.
La parte musical fue y sigue siendo un aspecto central dentro del film. Si bien es difícil superar aquellas canciones emblemáticas de 1964, en este caso tenemos algunos cuadros musicales impecables y muy bien logrados. El despliegue coreográfico es maravilloso. Hay que tener en cuenta la vasta experiencia que tiene su director Rob Marshall en este género, con películas como “Chicago” (2002), “Nine” (2009) o “En el Bosque” (2014) en su haber. Tal vez la música no sea tan pegadiza como la de la cinta original o tal vez necesite algo de tiempo para volverse icónica. Es complejo realizar una comparación entre ambas obras y mucho habrá tenido que ver con la época en la que se estrenó “Mary Poppins” y lo que sucedió con ella todos estos años.
En síntesis, “El Regreso de Mary Poppins” es una película correcta que cumple a la hora de entretener, divertir y conmover tanto a chicos como a grandes. Un musical efectivo, pero que no se arriesga demasiado a la hora de innovar y generar un producto novedoso que se despegue un poco de la cinta original de 1964. Repite personajes y patrones narrativos que le quitarán un poco de magia y sorpresa para todos aquellos que tengan presente el material de base. Se siente más una remake que una secuela, pero que seguramente servirá para presentarle este personaje a las nuevas generaciones.