Hacer una secuela de uno de los más grandes clásicos de la historia de los estudios Disney y de la historia del cine en general podría ser considerado un riesgo, pero El regreso de Mary Poppins es mucho peor que eso. Esta película es un insulto prolijo, caro y ridículo a la película producida por Walt Disney en 1964. Y no solo por el cariño o la admiración al film original, sino a toda la idea de los actuales estudios Disney de hacer todos sus éxitos de nuevo sin diferenciar entre una remake o una secuela, entre una película que podría ser cambiada de otra que debería permanecer inmaculada para siempre. Lo bueno de que sea una secuela es que al menos no intenta superponerse con la otra película. P. L. Travers escribió muchos libros con Mary Poppins y estos podrían ser llevados a la pantalla como una saga. No es lo que ocurre aquí, ya que las dos películas están separadas por un abismo de tiempo y de talento, lo que hace que no parezcan del mismo planeta.
Como la comparación entre ambos títulos solo produce enojo y malhumor, lo mejor es ir a la crítica de Mary Poppins Returns directamente. El director de la película es Rob Marshall, el mismo de Chicago y En el bosque, dos musicales mediocres, y de Piratas del Caribe: Navegando aguas misteriosas, posiblemente la peor película de una saga que ya se había caído a pedazos. No es menor el dato, porque a pesar de la gigantesca producción y el esforzado trabajo de efectos especiales, la película tiene una falta de encanto, ritmo y emoción que son la marca de este realizador.
Sí, vuelve Mary Poppins (ahora interpretada por Emily Blunt) a la casa de los Banks, en Londres, en la década del treinta. Michael (Ben Whishaw) y Jane (Emily Mortimer) ahora son adultos, pero recuerdan a su niñera mágica. Los hermanos viven junto con los tres hijos de Michael y su sirvienta Ellen (Julie Walters). La breve mención de los actores protagónicos alcanza para mostrar la enorme producción de la película, pero ellos son solo una parte del gran elenco donde también Meryl Streep, Colin Firth, Dick Van Dyke (sí, él, pero hacienda otro personaje, no el del film de 1964), Angela Lansbury y David Warner. Mary Poppins deberá rescatarlos una vez más, pero esta vez con la ayuda de Jack, un farolero interpretado de forma insufrible por Lin-Manuel Miranda, sin duda el punto más bajo y menos justificable de un elenco de altísimo nivel aunque desaprovechado.
Blunt compone a una Mary Poppins un poco más cercana a los libros y eso le suma a la película, ella está muy bien en un papel muy duro de aceptar por ser la marca de fábrica de otra actriz enorme como Julie Andrews, quien hizo en la película de 1964 el papel de su vida. No son comparables y eso está bien. Las canciones y los números musicales tienen momentos más tolerables que otros, pero siempre con la sensación de que les falta algo. El musical es un género complicado, claro está, pero ni aun con todo el despliegue que aquí se ve se pueden tapar las serias falencias que la película tiene. Secuela de un clásico o no, El regreso de Mary Poppins es por encima de cualquier otra cosa una película mediocre e irrelevante.