Con buenas críticas en su paso por distintos festivales y con siete Premios Goya en su haber (incluyendo “Mejor Director”, “Mejor Guion”, y “Mejor Actor”), esta producción española justifica sus más de dos horas de duración de forma consistente y atrapante. Rodrigo Sorogoyen pone el dedo en la llaga de la política de su país, con un caso de corrupción sucedido en 2007, narrado con honestidad brutal. La película pone el foco en el momento en que la ostentosa vida del protagonista se ve interrumpida por unas escuchas que ponen en peligro su carrera política, dejando de manifiesto el entramado corrupto de la política, los empresarios y los medios de comunicación.
Cuando una serie de escuchas y videos salen a la luz, Manuel López Vidal (el increíble Antonio de la Torre) cae en desgracia. Su colega, Paco (Nacho Fresneda), cae en una operación policial por recalificación de terrenos y el robo de las subvenciones de la Unión Europea, lo que se hace más grave cuando aparece un audio de Manuel reconociendo estar involucrado en el desfalco. Como en el Partido todos están involucrados en mayor o menor medida, La Ceballos(Ana Wagener), principal cabecilla de la fuerza, opta por usar a López Vidal de chivo expiatorio. Pero él emprende la búsqueda de pruebas que le permitan negociar o, al menos, no caer solo. El ahora acorralado López Vidal intenta conseguir pruebas para poder amenazar con cargarse a todos los que pueda del partido, la oligarquía empresaria y los medios de comunicación si no desaparece o se aminora la intención de hacerlo responsable de todo, como si hubiese actuado por su cuenta cuando en realidad era apenas un eslabón en la cadena.
Luego de “Estocolmo” (2013) y del policial “Que Dios nos perdone” (2016), Sorogoyen se consolida como un gran generador de climas de tensión, además de sarcástico crítico del sistema. En este caso, trabaja los códigos éticos de los “vivos” que se roban al pueblo, la opinión pública, la falta de reflexión y el mea culpa en los actos delictivos que se cometen. La historia sucede en España, pero bien podría transcurrir en Argentina o cualquier país, sobre todo los del tercer mundo, a donde los dirigentes llevan a cabo sus ambiciones sin límite alguno.
Antonio de la Torre está presente en casi todas las escenas y lo hace desde una interpretación magnética de un personaje odioso. La película, como su protagonista, es urgente, cargada de tensión. En ningún momento se pone en duda la culpabilidad del protagonista y esta certeza hace a la historia aún más cruenta.
“El reino de la corrupción” es un thriller político español, a donde todos los personajes juegan con las culpas y la falta de ética, no sólo al cometer actos corruptos, sino al hacer caer a sus compañeros de partido con ellos. El corte final a negro quizás sirve para poder reflexionar todo lo que se vio en las dos horas del film, la bronca e impotencia que genera una de las mejores películas españolas de los últimos tiempos. La historia nunca decae en su entretenimiento, aunque el guion de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen tenga algunos baches. Una buena historia que nos hace pensar.