Manuel López-Vidal es vicesecretario del partido, tiene una buena vida, está rodeado de amigos y casi todo lo que consiguió en sus 15 años en la política fue gracias a las coimas y sobresueldos. El Reino es un thriller dramático dirigido por Rodrigo Sorogoyen, que se sumerge de lleno en el mundo de la corrupción española.
Cuando el caso llega a los medios y dos de sus miembros son apuntados como los responsables, el partido decide proteger sólo a uno y cargar con todas las culpas a Manuel, que se verá consumido por una crisis personal y emprenderá una cruzada para no caer sólo y llevarse a cada uno de los corruptos consigo. Sorogoyen, uno de los guionistas, cuenta una historia interesante y que logra mantener el nerviosismo durante toda la película, pero que por momentos peca de sobre explicativa y un tanto tediosa.
Es innegable el talento tanto frente como detrás de cámara: una fotografía prodigiosa y escenas en las que la tensión puede palpitar y atravesar la pantalla, Sorogoyen es un director lleno de ideas que sabe plasmarlas pero falla en la elección de banda sonora. Aquí la música cumple una función similar a la que tendría en un film de terror: estridente y demasiado llamativa en los momentos de tensión, esto la empuja a un lugar común que no le sienta bien ni coincide con el resto de la narración.
Actoralmente es imposible no destacar el trabajo de Antonio de la Torre, que lleva con un dramatismo genial su papel de político acechado al borde de una crisis de nervios. También se luce Bárbara Lennie como la periodista Amaia Marín, que le hará el reportaje final a López-Vidal en una escena que es, quizás, la más tensa de toda la película y transcurre en su totalidad en el escritorio de un estudio de televisión, mientras estos dos personajes se atacan con palabras.
Un gran thriller político que por momentos sufre su duración -dos horas-, pero que se disfruta de principio a fin y que, además, interpela a cualquier ciudadano del planeta.