Este atrapante thriller político, ganador de siete premios Goya, contiene, de alguna forma, dos historias en una, unidas y entrelazadas. Por un lado, es la de de una trama de corrupción que sale a la luz. Por otro, la de una vida casi perfecta que, de pronto, se desbarata. Como en los grandes exponentes del género, lo humano y lo social se complementan, otorgándole al marco (una filtración de la financiación turbia de un partido político, en plan Caso Gürtel), una dimensión honda que nos involucra. El muy buen trabajo de su protagonista, Antonio de la Torre, nos lleva con él en la escalada de tensión.
Es que el tipo, Manu para los amigos, es el prototipo del exitoso. Se mueve cómodo por la vida: saludando a los mozos por su nombre, celebrando largas sobremesas con los colegas, amoroso con su mujer y su hija, con las que comparte una casa fantástica. E influyente como vice secretario autonómico, de un partido que lo tiene como uno de sus delfines, capaz de llegar lejos. Cuando su nombre aparece en los medios y todas esas caras amigas le dan la espalda, expulsándolo del partido, parece que la elección entre manzana podrida o banda organizada se ha zanjado, y le ha tocado a él. Lo que le queda es una carrera contra reloj para defenderse de la única manera posible: desenmascarando la operación. Seca, potente sobre todo en algunas secuencias de enorme tensión, y quizá algo larga de más, El reino es un buen retrato de un universo sin aliados. El de la trastienda de la política.